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Una tarea compleja pero ineludible

Tras un periodo en el que predominó la atención a la rehabilitación y conservación de su patrimonio arquitectónico y urbano, la problemática que hoy por hoy afecta principalmente a los cascos históricos de las ciudades es mayoritariamente más de uso que de conservación como acertadamente señalaba esta misma semana el alcalde de Córdoba José María Bellido con ocasión de las jornadas técnicas que, organizadas por el Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, se han celebrado en esa capital andaluza –que, por cierto, acogerá en septiembre del venidero 2024 el XVII Congreso de Ciudades Patrimonio Mundial– y a las que ha asistido la concejala de Turismo, Patrimonio Histórico y Promoción Empresarial de nuestro consistorio capitalino Marta Tirado, jornadas en las se ha debatido sobre cómo afrontar la reactivación económica y sostenible de estos espacios. Porque, como bien han señalado los expertos, aunque en ocasiones los procesos de revitalización urbana se hayan identificado con el cuidado del espacio, realmente, tras ese ya aludido proceso inicial de conservación y rehabilitación de sus valores más estrictamente arquitectónicos, lo determinante ahora es su revitalización como ámbito convivencial y por tanto las estrategias para impulsar esa condición vivencial, es decir, para conseguir que ese patrimonio se mantenga vivo y a disposición de los ciudadanos, para lo que las acciones a realizar deben conjugarse mediante la actuación mancomunada de los diferentes agentes sociales, económicos y políticos. Porque lo cierto es que hasta ahora las estrategias se habrían venido pensando teniendo casi exclusivamente en cuenta el potencial turístico de estos ámbitos, evidentemente de suma importancia para tantos de ellos, dando sin embargo demasiado de lado su uso residencial que es el que debe predominar puesto que es su utilización natural y condición imprescindible para que de verdad sean espacios vivos y vividos. Por ello –y aparte de tener en cuenta que ese señalado potencial turístico además de la visita a sus monumentos o del valor patrimonial de su espacio debe extenderse a modos de enlace con las expresiones culturales y creativas que desde ellos puedan generarse– es condición primaria que cualquier plan de actuación preste la mayor atención posible a la calidad del día a día de los residentes poniendo en valor el espacio en el que se desenvuelve su cotidianidad mediante una reorganización funcional de sus condiciones vivenciales solventando los impedimentos –físicos, sociales, ambientales– que les dificultan alcanzar ese bienestar, buscando una sinergia entre el turismo cultural y la realidad vecinal social –y dentro de ella el sector comercial– de manera que, y vuelvo a prácticamente calcar las directrices de los expertos (entre ellos alguien tan cercano a la propia realidad de nuestro casco histórico como fue Miguel Ángel Troitiño) debe hacerse de forma controlada de modo que no derive en problemas de congestión, encarecimiento del coste de la vida para los residentes, especulación, fuga tanto de residentes como de actividades no turísticas, y banalización social, económica y cultural de la comunidad de acogida; en definitiva, buscando compatibilizar el uso turístico con la multifuncionalidad de estos espacios. Una tarea desde luego compleja pero que ciudades como nuestra capital provincial ha ineludiblemente de afrontar.