Relato surrealista...¿o no?

El surrealismo fue un movimiento nacido hace un siglo y que tenía por objeto reflejar las creaciones del subconsciente como si de una nueva realidad se tratara.

Hoy el término se suele aplicar a todos aquellos episodios que no pueden explicarse con facilidad por la mente consciente, asuntos o reflexiones que parecía imposible que llegaran a realizarse o formularse y que sin embargo sí han sucedido o escuchamos sin que podamos llegar a interpretar sus orígenes o sus fines.

La pandemia y sus consecuencias, nuestros comportamientos ante esa realidad han sido en muchas ocasiones surrealistas, la crispación creciente en la vida política, la politización de la justicia y la justicia politizada, los pactos contra natura, las reivindicaciones extravagantes, el uso de medios sociales de relación y comunicación con fines manifiestamente puestos al servicio de intereses espurios, el negacionismo que contradice los dictados científicos y técnicos, rampante hoy en la vida social, el reiterado comportamiento antisocial y en ocasiones criminal, de quienes anteponen sus beneficios inmediatos a las leyes de la lógica que permiten  preservar la convivencia y la paz y que vulneran las normas sin considerar los efectos profundamente negativos que esas conductas comportan para la sociedad, son ejemplos de lo que consideramos surrealismo.

Pero no todas las conductas que calificamos de ese modo son creaciones del subconsciente. En muchas ocasiones son  fruto de reflexiones perfectamente elaboradas lo que, paradójicamente, las hacen más inexplicables todavía para el ciudadano de a pie.

Trascienden pues el ámbito de la lógica y se considera imposible su  existencia. Se sitúan en el territorio de las indeseables distopías, término que el diccionario define como “situación imaginaria en la que todo es lo peor que puede ser”.

Hoy despedimos el año con un relato imaginario, distópico y surrealista …¿o no? juzgue usted que  nos lee mientras nosotros le deseamos feliz Navidad y próspero año nuevo, al viejo estilo.

Sitúese en un país imaginario y en un tiempo indeterminado.

 Este es el relato.

“Alguien, en un descuido, se había dejado un breve texto escrito en una servilleta de papel sobre la mesa en la que había desayunado un café y un bollo. Demostraba así que lo había redactado de modo improvisado y con un punto de furia contenida.

Decía así: aprobada la Constitución se eligieron los miembros de las diferentes instituciones contempladas en el texto legal y tomaron posesión de sus diferentes trabajos.

Lo hicieron en último lugar y tras un tenso y, por momentos feroz y poco edificante debate público, los miembros del Tribunal Constitucional, que se habría de encargar de dictaminar si las acciones y las disposiciones legales se ajustaban al espíritu y la letra de la Constitución recién aprobada y en un giro, calificado por algunos de cinematográfico, “juzgaron” a la propia Constitución. Emitieron tras varios años de debates su dictamen y declararon, por una estrecha minoría en la votación final, que la Constitución era inconstitucional, puesto que incumplía aspectos sustanciales de sí misma.

Después se fueron todos a comer, sin mascarilla, al  angosto reservado de un restaurante de moda. Fumaron cigarros habanos y bebieron champagne.

Al analizar el dictamen se pudo observar que en el apartado dedicado al bilingüismo  habían dejado escrito simplemente “S…. is diferent”. Eso sí “S….” lo habían escrito con mayúscula,  tras una discusión sobre las reglas de la ortografía.

¡Qué difícil es parir un acuerdo, se oyó decir a uno de los magistrados!”

Queda dicho: felices días y mejor 2022.