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José Ángel García
José Ángel García
04/08/2019

Pop con retranca

Metido en remojadas jornadas vacacionales fuera de Cuenca a punto estuvo, a punto ha estado, el articulista de perderse la nueva salida a tercios expositivos –“2018 extraño año”– en la Sala Iberia, de Antonio Mancheño, El Manchas. Por fortuna no ha sido así y con todo el gozo del mundo ha podido disfrutar de una nueva entrega del irreverente personal, personalísimo, pop con retranca, pop a rabiar, del artista. Fiel a su mantenida trayectoria, El Manchas, sin abandonar ni su ya más que asentado estilo –Wharhol, Lichtenstein, la historieta gráfica como referentes– ni sus habituales fetiches icónicos –de las cabezas embutidas en cajas de sus jacksianos protagonistas humanos a las gomas de borrar Milán 430 pasando por rinocerontes, osos polares, tiburones, calaveras y fragmentados elementos de los clásicos del cartoon o el cómic clásicos norteamericanos a los que vienen a unirse el neumático Michelin o el mismísimo nipón Godzilla– y que en esta ocasión se sitúan o deambulan, en bastantes de la treintena larga de acrílicos sobre tela que conforman la entrega, por el propio paisaje conquense, del parque de El Vivero a la Fuente de la Tía Perra, vuelve a regalarnos, apoyado en la más que contrastada limpieza y perfección de su dibujo y en la sabia utilización de sus más habituales colores planos –gris, rojo, negro, aquí un saltimbanqui azul por fondo– todo un derroche, a más de maestría pictórica, de humor, juego e ironía –toma ya la satírica crueldad de sus ratonianas salchichas– en la que sin duda es la muestra (sagazmente punteada por los cómplices guiños escultóricos de Salva, Fernando Buenache, El Pesca o el propio Mancheño, su ya antes aludido Jack de siempre, jumpin o surfer, ¡ay! los Rolling, y la personalidad a la par presente y representada de Antonio Pérez) la muestra, repito, sin duda más refrescante, regocijante, estimulante y, ¿por qué no decirlo?, cachonda de cuantas nos trajo en su agenda este presente 2019, incluidas las agrandadas hojas de calendario de su antecesor 2018 que prestan título genérico al global de una remesa en la que no falta un inteligentemente desarrollado homenaje al desaparecido Adrián Moya. Miren, si no la han visto todavía, que no les pase como a punto estuvo de pasarme a mí: apúrense y vayan a verla que el domingo se despide ya. Y si ya la han disfrutado vuelvan, qué caramba, que seguro que aún les guarda un buen plus de regocijo y sorpresas.

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