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José Ángel García
José Ángel García
04/04/2020

No se entendería

No, no se entendería que la Unión Europea no se diese cuenta –y al hacerlo actuase en consecuencia– que no cabe otra que el actuar de forma coordinada, funcional y solidaria para hacer frente tanto a la pandemia misma como a sus cada vez más claras consecuencias socioeconómicas. Lo acaba de decir, entre tantos otros, la mismísima presidenta del Santander, Ana Botín, que en la reciente junta de accionistas del banco instaba bien claro a ello: “Ahora es el momento de que Europa esté a la altura de las circunstancias y lidere una respuesta más rápida y más coordinada. Es el momento de mostrar la cara más solidaria de Europa. Eso es lo que permitirá reforzar la confianza de todos los ciudadanos en el proyecto europeo y seguir avanzando en él. Sin solidaridad no hay unión. Es el momento de que Europa se una y actúe de forma decisiva, y juntos”. Y miren ustedes, lo hacía sin –congratulémonos, con sorpresa o sin sorpresa de ello– hurtar las propias responsabilidades al afirmar también que “Esta crisis no es una crisis financiera como la del 2008. Hoy, los bancos somos parte de la solución. Somos mucho más fuertes y estamos preparados para afrontar desafíos globales como el coronavirus. Nuestra misión es contribuir al progreso de las personas y las empresas tanto en los buenos como en los malos momentos". ¿Cabe decir otra cosa que amén y que se cumpla? Claro que, hablando de lo que no se entendería, lo que desde luego mucho menos se entendería es que, por aquí, de puertas nacionales para dentro –y dando de lado posiciones tan disparatadas como las de Vox pidiendo, justo ahora, en medio de la lucha contra el virus, que Sánchez dimita y el gobierno de emergencia nacional que debería formarse encargara al ejército que se hiciese cargo de “toda la logística” y de los “servicios esenciales del Estado”– no se entendería, repito, lo creo firmemente, que fuerzas políticas como el Partido Popular, salvando su indudable derecho a la crítica y a la fiscalización de la acción del gobierno, no antepusiera la consecución del bien común a sus intereses estratégicos y, expresando todas las discrepancias que considere, no diera de lado su por ahora anunciada oposición frontal a las nuevas medidas del ejecutivo máxime cuando además, al menos a juicio de este articulista, no está aportando de forma clara ninguna alternativa global estructurada al plan gubernamental. No, no se entendería que, desde luego que puntualizando sus diferencias y tratando de introducir las mejoras que considere, no acabe formando frente común con el gobierno. Porque de lo que se trata, vaya si no está claro, es de aunar esfuerzos para conseguir, por encima de intereses de parte de cualquier tipo, el bien común; ese bien común que, como estos mismos días nos recordaba –mentira parece cómo se nos olvida–, ese espléndido filósofo que es Emilio Lledó, ha de ser el objetivo único de la política, un bien común “que solamente se puede realizar por el predominio de los intereses colectivos sobre los individuales”. Ojalá que esta crisis sirva para que, como también ha dicho, “nos reinventemos para mejor, que maduremos como sociedad”.

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