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La niña ciega

Al nacer, se le apagó

la vista, sobre la tierra.

Y aquella niña no vio

los colores de la Sierra.

Con sus destellos dorados,

un ángel parecía ser.

En el jardín encantado

que ella nunca pudo ver.

Y la verde primavera,

y el temprano amanecer,

y la nieve en la ladera

llegando el atardecer.

Y, qué pena, que no viera

esos campos de amapolas.

Viviendo la tierna espera

de no encontrarse, ya sola.

Pero, la vista del alma

y el olor de algún rosal,

le hacen mantener la calma

y con los ojos ¡¡soñar!!

Quisiera darte mi vista

y que vieras, como yo,

para romper las aristas

que anulan tu corazón.

Y quiero darte mis ojos,

regalarte mi visión,

y el color azul, y el rojo,

y que sientas su candor.

Y, si tu alma se sosiega,

una tarde de verano,

verás cómo no eres ciega

si vas siempre ¡de mi mano!