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Más que nunca

Cuando, con las aún relativamente recientes celebradas elecciones municipales y generales y las autonómicas celebradas en Galicia, Euskadi y Cataluña, e incluso con los dimes y diretes sobre la posibilidad, que esperemos que no, de una repetición de estas últimas, casi teníamos la impresión de que no parábamos por estos nuestras estatales lares de acudir a las urnas, ahí tenemos, bien próxima, el nueve del entrante junio, otra nueva, la de las europeas que unen así el peligro de ese nuestro cierto cansancio por tanta llamada a urnas con una tradición de, en general, menor interés por depositar en ellas nuestros votos por más que, hoy por hoy, la Unión tenga, aunque no seamos en general demasiado conscientes de ello,   tan decisivo peso tanto en nuestro día a día –por citar tan sólo un  ejemplo, el cincuenta y siete por ciento de las leyes que nuestros Congreso y Senado aprobaron en 2022 venían de directivas o normativas aprobadas y negociadas en Bruselas– como en nuestro futuro en un momento en el que el mundo anda dando más que peligrosos tumbos con la invasión rusa de Ucrania, la despiadada situación de Gaza, el enfrentamiento chino-estadounidense o el posible retorno –vade retro– de míster Trump al norteamericano despacho oval, por no mencionar tantos otros turbulentos apuntes de la escena global o esa amenazante presencia del cambio climático al que no acabamos de hacer frente cual deberíamos. Es un mundo en el que o la Unión se cohesiona, haciendo honor a ese su nombre, o mal, pero que muy mal nos van a ir las cosas. Por eso es más necesario que nunca que, venciendo ese posible cansancio y nuestra habitual tendencia a no conceder a las elecciones de nuestros representantes en Europa la vital importancia que vaya sin no tienen, acudamos a votar y lo hagamos con un voto que reafirme esa su condición de tabla de salvación haciendo frente a las fuerzas eurófobas que desde dentro la amenazan; un voto que sea consciente de quienes sí y quienes no están de acuerdo en que, basándonos en esos valores que tantas veces decimos que estarían en nuestro pedigrí ideológico-social, reforcemos nuestra autonomía económica y estratégica, garanticemos a Ucrania el apoyo suficiente para no perecer frente a la agresión putinesca y concentremos esfuerzos para hacer frente al calentamiento global dando prioridad a la transformación a la baja de la parte de nuestra economía que todavía se basa en el carbono. Quienes, cual este articulista, pusimos en más que oscuros tiempos nuestros sueños en poder votar y en nuestra integración en una Europa quizá en aquellos momentos demasiado idealizada pero único cauce, como, con todos sus fallos y defectos, ha demostrado ser, para avanzar hacia un mundo mejor, no podemos por menos que insistir en la necesidad de que, conscientes de la dificultad de la tarea y del desánimo que a veces nos causa el lento avance de su proyecto, apoyemos con nuestra papeleta aquellas fuerzas que, también ellas con sus rémoras y contradicciones, puedan, desde la ideológica perspectiva de cada uno de nosotros, colaborar en esa ruta común. Voten, no se me queden en casa, voten por esa Europa mejor que construya nuestro futuro. Apoyémosla ahora más que nunca. avanzando.