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Martín Muelas
Martín Muelas
10/11/2020

Justo Yúfera: Non omnis moriar

El necrológico es un tipo de texto que, por lo general, suele alejarse de un retrato ecuánime del finado y deriva con facilidad hacia el panegírico. Sin estar seguro de lograr la ecuanimidad en estas palabras para glosar la parte de la vida que yo conozco de D. Justo Yúfera , permítanme que lo intente como muestra del respeto y afecto personal pero también por la gratitud que le debe la ciudad de Cuenca y, en particular, la Facultad de Educación, vulgo Escuela de Magisterio. Obviaré en mi glosa la parte más conocida como empresario de éxito fundador de SEUR digno de una saga televisiva para centrame tan solo en esa intrahistoria menos conocida de su vinculación con Cuenca.

Durante los años que tuve el honor de dirigir el centro universitario decano de la ciudad pude compartir vivencias con el matrimonio Yúfera-Recuenco ( Justo y María ) para gestionar la Fundación así llamada y cuya finalidad fundacional era la concesión de becas para estudiantes de Magisterio con dificultades económicas; esta fundación, creada en memoria de su difunto hijo Luis, vio la luz en el año 84 gracias a la mediación de Fidel Cardete, dadas sus raíces comunes en Cañada del Hoyo.

Desde aquella fecha fundacional y hasta el año 2016, el matrimonio Yúfera-Recuenco vino dotando tres becas por curso a otros tantos futuros maestros, incluso ampliando ese número si concurrían causas extraordinarias. Su vinculación afectiva hacia Magisterio siempre fue realmente cordial y generosa, especialmente con los becarios y los diferentes profesores que hemos conformado los equipos directivos.

En ese trato cordial, ambos me insistían repetidas veces en su intención de construir un polideportivo para la ciudad con las características técnicas más completas y modernas. Sucedió por entonces que el CSD (Consejo Superior de Deportes) había dotado económicamente la construcción de un polideportivo en la ciudad y que el alcalde Martínez Cenzano gestionó con solvencia el asunto para levantarlo en parte del solar que compartían Magisterio y Aneja, aceptando mi propuesta de ponerle el nombre de Luis Yúfera.. A su inauguración asistió toda la familia y allí se sentaron las bases para el que después sería magnífico pabellón de La Fuensanta, nominado este como María Recuenco, tal y como se evidencia en el busto que custodia la entrada. Las vicisitudes para decidir su actual ubicación no fueron menores y algunas rectificaciones tuvieron que hacer el alcalde Martínez Cenzano y el Vicerrector Albentosa a indicación mía respecto a su propuesta inicial, pues corría serio peligro su concreción definitiva al no admitir el matrimonio dicha propuesta. El pabellón finalmente fue inaugurado con un espectáculo de primerísima calidad y con una desviación notable con relación al presupuesto original, que a pesar de ello la familia Yúfera-Recuenco afrontó en su totalidad, incluido el equipamiento.

Entre tanto, me habían encargado que gestionase la donación de su biblioteca particular a la Escuela de Magisterio ( en torno a 9.000 volúmenes, de especial relevancia bibliográfica algunos de ellos) y que hoy está incorporada a la biblioteca del campus de la UCLM; la donación fue efectiva en 1992 y tanto antes como después aceptaron participar en cuantos actos eran requeridos.

Como muestra de gratitud, el consistorio presidido por Francisco Pulido tuvo a bien conceder en 2008 al matrimonio el título de Hijos Adoptivos, lo que permitió a partir de entonces un trato más próximo y filial con la ciudad, con Magisterio y con el conjunto de la Universidad.

En septiembre de ese mismo año la parca se llevó consigo a María y, a partir de entonces, las cosas ya no fueron lo mismo aunque la generosidad de Justo siguiera manteniéndose; con tal motivo, tomé prestado de Horacio el verso exegi(t) monumentum aere perennius ( has levantado un monumento mas duradero que el bronce), que hoy podríamos conjugar en plural.

Tengo que aclarar que estas muestras de generosidad magnánima como verdaderos mecenas modernos siempre fueron justificadas por el matrimonio como un acto de justicia con la sociedad que les había permitido adquirir recursos y que ellos devolvían en parte; ambos lograron su empeño de levantar esta obra que espero sea duradera como el bronce; otros sueños acaso se les quedaron en el camino. Justo estaba empeñado en morir centenario y vaya que lo ha conseguido; en mi última conversación con él hace unas semanas me manifestaba su agradecimiento por llamarlo como amigo y no pedirle nada, que es a lo que estaba acostumbrado, pero tampoco le importaba demasiado esto último.

Tras haber tomado como propio el tópico del carpe diem, Justo ha emprendido un camino hacia la Nada según sus propias creencias en el que, además de sus pecados establecidos como tales por la moral cristiana, lleva consigo no pocos méritos que le permitirán lograr la clemencia necesaria para no morir del todo. Así lo creo, amigo Justo, y así damos testimonio quienes te hemos conocido en esta parcela de tu vida. Si tienes ocasión, le trasladas nuestros saludos a María. Sit tibi terra levis. ( que la tierra te sea leve, para dejarnos de latines).

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