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Orión
24/01/2021

Herencia

Cuando este texto se publique J. Biden llevará dos días de presidente de EEUU gestionando la herencia dejada por D. Trump.

En política el término “herencia” está absolutamente desprestigiado. Por todos. Pues a todos ha correspondido alguna vez hacerse cargo de un legado indeseable. Se usa cuando el ganador de unas elecciones sustituye a quien gobernaba y al abrir los “cajones del poder” se encuentra con sorpresas en forma de déficit o de deuda no esperados, proyectos inconclusos, sin suficiente financiación o con retrasos y desviaciones presupuestarias así como compromisos no atendidos, asuntos pendientes de solución y lo que es peor decisiones tomadas que entran en abierta contradicción con la orientación política y social de los nuevos gobernantes.

Esas mochilas se suelen circunscribir al ámbito político, competencial y geográfico delimitado por la administración que las ha generado y que debe encargarse de digerirlas. Pero excepcionalmente trascienden ese límite. Y este es el caso de EEUU. Al tratarse del “imperio” la herencia tiene carácter global y poliédrico. Déficit, deuda interna, declive económico fruto de la pandemia, crispación sin límite, violencia etc. tienen un alcance nacional y afectan a la ciudadanía que vive allí. Pero otros asuntos afectan a todo el mundo pues el “América primero”, consigna de Trump, en realidad debería traducirse como “América sola, América impone”.

Es buena señal que las primeras medidas tomadas por Biden rompan esa tendencia endogámica y empobrecedora para todos, incluido su país y supongan un giro copernicano a las adoptadas por los republicanos.

Especialmente significativas resultan la vuelta a las instituciones transnacionales que se abandonaron y que tiene que ver con la salud (asunto que trasciende fronteras como el virus que nos asola ha puesto de manifiesto, tensionando al mundo entero y proponiendo un reto que solo podremos superar todos juntos) y con la lucha contra el cambio climático.

Vuelve EEUU a la OMS. Retorna al acuerdo de París para la contención de la incidencia de la actividad humana en el inevitable cambio del clima. Y ese retorno no es solo simbólico. Aporta compromiso, dinero y debe aportar ejemplo y quién sabe si liderazgo compartido. Es una vuelta que traerá reconocimiento y prestigiará al gigante norteamericano. Es la gestión de una herencia maldita cuya resolución solo puede traernos dicha, esperanza y un soplo de modernidad pues va al encuentro del progreso socializar y corresponsabilizarse de aquellos asuntos que, guste o no, tienen efectos sobre todos sin entender de fronteras. Y debemos recordar, para mayor abundamiento, que EEUU es uno de los mayores contaminantes de la atmósfera planetaria y lidera la lista de países más afectados por la pandemia.

Pensamos que tanto a Europa como a España esa nueva orientación nos favorece si, como parece, la nueva política de Biden refuerza la inversión en ambas líneas y plantea volver a un nuevo régimen de comercio que no penalice con aranceles desmedidos e injustificados a los competidores.

Es momento de expectativas y cabe esperar que nuestros gobiernos comiencen sin dilación la exploración de nuevos instrumentos de colaboración y cooperación pues no tenemos nada que perder y mucho que ganar. Pensemos que los intercambios son siempre beneficiosos si se aplican con dosis de prudencia y de inteligencia. Queda dicho.