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Orión
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13/02/2022

Gestos en una tarde tormentosa

Si damos por cierto el diagnóstico de gastroenteritis que padeció el diputado del PP que votó  telemáticamente a favor de la convalidación del Decreto Ley para la reforma de la ley de relaciones laborales a la que se oponía su partido, no puede sorprendernos que el episodio haya sido considerado por otro miembro de su propio partido como “la gran cagada de la legislatura protagonizada por la mano derecha de Teo (Teodoro García Egea, número 2 del partido de Génova)”.

La frase tiene un contenido literal pues una gastroenteritis cursa con vómitos, nauseas y descomposición de vientre, lo que entraña molestias y dolores con capacidad para desequilibrar al más pintado.

El revuelo seguirá mientras la continuidad de aplicación de los preceptos contenidos en la norma, ya vigente desde principios de año, continúan mostrando su eficacia en la defensa de los trabajadores.

Todos conocemos, pues los medios han repetido hasta la saciedad lo ocurrido, el episodio, su temporalidad, sus diferentes interpretaciones, acusaciones y análisis enfrentados. Y hasta hemos aprendido partes del reglamento del Congreso y podemos sopesar si la estrategia desarrollada para evitar la aprobación tiene o no visos de complot, que un error convirtió en ineficaz.

Algunos hasta creemos en una suerte de “justicia poética” que un concepto, EL PACTO, hoy ajeno a la cultura parlamentaria y política que parece convertido en un fantasma del pasado, ha aplicado al Parlamento español. Y de esa sentencia, didáctica donde las haya, deberían aprender sus señorías en beneficio de aquellos a los que representan.

Pero hoy queremos fijar nuestra atención en dos gestos.

Cuando la presidenta del Congreso anunció el triunfo del no las personas que ocupaban las bancadas de su derecha prorrumpieron en gritos de alegría y aplausos jubilosos. Todos menos uno: Pablo Casado.

Continuó sentado en su escaño, serio, hierático, con la mirada perdida.

¿En qué pensaba el presunto ganador, la persona que acababa de liderar el voto de su partido en contra del criterio de su mentor político, el señor Aznar? ¿Se estaba asomando al abismo de un escenario social imposible de administrar?¿Sabía ya que la presienta había cometido un error al anunciar el resultado de la votación?¿Preveía que habría una corrección? Porque de lo que no hay duda es de que ya tenía noticia en ese momento del error cometido al votar por su compañero enfermo.

Frente a él, Pedro Sánchez tranquilizaba a sus dos vicepresidentas  con elocuentes gestos de las manos y en apariencia susurrando: “Se ha equivocado al contar.”

Y parecía tranquilo, como si también él esperase la corrección.

Y así fue. Nacía la reforma. 

Y de nuevo recurriendo a  términos literario – poéticos se puede decir que es hija del trabajo del gobierno y ¿por qué no? de una cagueta

Queda dicho. 

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