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Fuensanta

La ciudad de Cuenca necesita un lugar adecuado para albergar espectáculos multitudinarios. Es algo que ha quedado patente tras el Pleno municipal de este jueves en el que el voto de calidad del alcalde resolvió el empate  al que los grupos políticos habían llegado a la hora de votar una moción del PP en la que se solicitaba la prohibición de utilizar el estadio de La Fuensanta para fines extradeportivos. Tras las fiestas de San Julián fueron muchas las voces que se alzaron para denunciar el mal estado en el que había quedado el terreno de juego. La moción aludía también a que el campo de fútbol está justo al lado del hospital Virgen de Luz y que el ruido de las actuaciones no es muy conveniente para los pacientes ingresados en él, algo en lo que una parte de los concejales estaban de acuerdo. 

 No les falta razón a quienes defienden que La Fuensanta no debería ser sede de este tipo de grandes eventos, pero también es razonable la postura de aquellos que consideran al estadio, de momento, como el único emplazamiento razonablemente óptimo para atraer a la capital a artistas destacados del panorama nacional, e incluso internacional. Muchos recordamos conciertos memorables como el que ofrecieron Bob Dylan o Lenny Kravitz, nombres legendarios que también han sido mencionados en el pleno entre los contrarios a la moción del PP. Seguramente no hubieran sido posibles si el Equipo de Gobierno municipal de entonces hubiera negado el uso de esas instalaciones deportivas. Y tras curarse los desperfectos causados entonces, la Balompédica siguió jugando sobre aquel césped.

 Es evidente que en este punto nos hallamos en una complicada disyuntiva: seguir manteniendo La Fuensanta como sede de grandes conciertos, que atraigan más prestigio y visitantes a la ciudad, o rebajar el nivel de los programas de fiestas para atraer a artistas más modestos cuyos fans puedan caber en recintos más reducidos como el Teatro-Auditorio, una  instalación poco propicia para actuaciones de grupos o artistas de primera magnitud. Hay también otras alternativas, como la Plaza de Toros o el Complejo Luis Ocaña, pero no tan versátiles y amplios como el estadio. La dicotomía quedaría resuelta con la aseveración que hacíamos al principio: hay que habilitar un emplazamiento adecuado. En este sentido, quizá sea conveniente recordar que está prevista la construcción de un palacio de congresos y que no sería baladí considerar que el proyecto incluyera una solución viable al problema que describimos aquí, al menos para actuaciones de grado intermedio. También se pergeña una ciudad deportiva en la zona de El Terminillo, otra posible vía para habilitar un espacio permanente que resuelva la situación, incluso con la colaboración de la iniciativa privada. A la mente llega el famoso Rockódromo madrileño…

Hasta entonces, la cosa está clara. Si queremos asegurarnos conciertos de alta calidad y público masivo no nos queda otra que seguir utilizando La Fuensanta o conformarnos con cachés más bajos y entradas reducidas. Aquí nos topamos con dos versiones contrapuestas de la realidad conquense: la progresista que busca avanzar aunque ello suponga cierto deterioro hasta encontrar vías definitivas y la conservadora que pretende mantener el estatus quo con el fin de  prevenir los riesgos de deterioro. Entre medias de ambas debe quedar un equilibrio que redunde en garantizar el bien común. He ahí la clave del buen gobierno. Tan fácil de decir pero tan difícil de conseguir. Por cierto, que en el Pleno del jueves conocimos oficialmente que el Ayuntamiento de Cuenca no tendrá que pagar nada en la obra de los remontes mecánicos, ya que finalmente correrán a cargo del Gobierno regional. Cierto es que se financiará el proyecto con fondos europeos, pero no es menos cierto que el Consistorio cuenta con un mayor margen económico para intentar solucionar el espinoso asunto de La Fuensanta.