Las (e)lecciones andaluzas

Como ya saben ustedes, las elecciones andaluzas han dado el triunfo al Partido Popular, que ha logrado una mayoría absoluta, permitiendo a Juanma Moreno poder gobernar en solitario. Es decir, que los votantes andaluces han decidido que no dependa de otros partidos para llevar a cabo su programa de gobierno, lo que, visto lo visto en otras circunscripciones empezando por el gobierno central, no es eficaz en absoluto.

Siguiendo lo que la tradición nos enseña en estos casos, ahora empieza el turno de las interpretaciones y de las autocríticas, siendo múltiples aquellas y pocas éstas, porque las equivocaciones son siempre de los demás y los aciertos son siempre los nuestros, aunque la realidad se empeñe en demostrar lo contrario, por la simple razón de que la realidad también se equivoca.

Entre las numerosas interpretaciones que justifican la derrota, me llama la atención la que señala que la izquierda no ha sabido ponerse de acuerdo en una candidatura única y, en consecuencia, la fragmentación ha mermado sus posibilidades de lograr un resultado mejor. Pero “almas de cántaro” ¿cuándo no ha habido fragmentación en las fuerzas de izquierda en España? Refresquen la memoria echando un vistazo a nuestra historia y la pregunta se responde por sí misma.

Y dado que la interpretación reseñada no es válida por repetitiva, deberían pasar a la autocrítica y aquí “con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”, ya que pocos –por no decir ninguno- va admitir que la responsabilidad de los resultados es suya y solo suya. Buenos sí, aquellos candidatos que no han conseguido escaño y no puedan volver a su cargo anterior; pero de los que no tengan otra posibilidad de acomodo, no esperen otra autocrítica que el descargo de la culpa en todos los demás, que pasarán ipso facto de colaboradores imprescindibles a cabezas de turco.

Para ilustrar los que les digo, les voy a comentar una anécdota: El titular de la Dirección
General de Estudios de un ministerio de cuyo nombre no viene al caso acordarme, asistió a un seminario sobre “Calidad Total en la Administración Pública y se quedó prendado de la utilidad de aplicar dicha enseñanza para la mejora de los servicios en su área de trabajo. Sin mayor dilación ordenó confeccionar un proyecto para dimensionar los puestos de trabajo, en aras de hacerlos más eficaces y más eficientes. Cuando le entregaron el dosier, le echó un rápido vistazo y lo tiró a la papelera. El responsable de su elaboración le preguntó el porqué de su actitud y el director general, respondió: “¿Es que no te has dado cuenta que, para mejorar la gestión, sobrarían algunos puestos considerados superfluos? Claro, pero de eso se trataba el estudio llevado a cabo, ¿no? ꟷinquirió el interpelado; a lo que manifestó el superior: Sí, pero es que, entre ellos, figuraba el mío”.