Desde la escasez al exceso

Doy por hecho que existe una mayoría de personas que estarían de acuerdo con el aserto de que los extremos son malos, dado que se trata de la desviación llevada al límite de aquello que el sentido común determina que es normal para una situación dada, lo que conlleva de inmediato un discernimiento sesudo sobre lo que se puede considerar normal o anormal, como norma general de comportamiento.

Como la pandemia nos ha dejado agotados mentalmente (al menos a mí), vamos a dejar las disquisiciones filosóficas para mejor ocasión, y centrémonos en lo verdaderamente importante la tendencia hacia el centro como lugar de virtud, que diría Sócrates, en la búsqueda constante del raciocinio deseable, qué no siempre conseguible, pero que, en algunas ocasiones, se convierte en obligada necesidad, ya que el exceso lleva inexorablemente a la escasez si no se detiene a tiempo su negativo itinerario. 

Pongamos por ejemplo algo tan común como el agua, que la utilizamos con profusión y, a veces, con derroche, lo que más tarde o más temprano nos conducirá a la escasez en su suministro si no hacemos un uso más racional de su utilización. Pero sucede también con otras facetas de la sociedad que nada tiene que ver con bienes de primera necesidad.

Pasa con los personajes que salen en los medios de comunicación, cuyas apariciones públicas van desde la inexistencia y el olvido, si no aparecen, hasta el hartazgo si nos los encontramos hasta en la sopa, como a mí me sucede, por poner una cara conocida, con Santiago Segura, antaño cómico que estaba deseado verlo hasta, hogaño, que en cuanto veo una comparecencia suya, cambio de canal.

Pero lo que me parece verdaderamente preocupante en el tema objeto de este artículo es que, en lo referido a los derechos de las personas, las justas reivindicaciones que se han de atender sin ningún género de dudas, por repetitivas y, sobre todo, por exageradas, puedan pasar del apoyo general -o con las fisuras esperadas- en un principio, a la indiferencia o, lo que es peor, a la caricaturización y la burla, disminuyendo e, incluso, anulando el efecto perseguido. 

Busquen ustedes ejemplos de lo que les digo y seguro que encontrarán varios…o varias.