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Derecho al trabajo de las personas con discapacidad

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
(Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés).

Las personas con discapacidad se enfrentan a dificultades mayores que el resto de la población en numerosos ámbitos de la vida cotidiana. Especialmente en el educativo y en el de la inserción laboral. Ello redunda en la generación de un proceso de feedback negativo, un círculo vicioso, que concluye con las personas con discapacidad sufriendo mayores tasas de pobreza y de exclusión social. España no es ajena a los problemas anteriores. Más bien al contrario; de entre los países más avanzados, España tiene el triste privilegio de encontrarse entre aquellos que ponen las cosas más difíciles a las personas con discapacidad. Quizá el relativo retraso español esté relacionado con el menor porcentaje del PIB que nuestro país dedica, en comparación con otros países europeos, y de acuerdo a los datos de los organismos internacionales, a la integración de personas con discapacidad.

Debido a que las personas con discapacidad tienen un mayor riesgo de pobreza, el acceso al trabajo constituye una de las vías principales para asegurar que, tal y como se establece en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, éstas puedan gozar plenamente de todos los derechos y libertades fundamentales. La misma convención establece el derecho de las personas con discapacidad a trabajar y ganarse la vida, en igualdad de condiciones con las demás, en un trabajo libremente elegido y en un entorno que sea abierto, inclusivo y accesible. En el mismo texto, además, se describe la discapacidad como un concepto que evoluciona y que depende de la integración de las personas y de las barreras actitudinales y de entorno que dificultan su participación plena y efectiva en la sociedad.

Decir cosas evidentes una y otra vez, en esta ciudad altiva, orgullosa, aventurera y gallarda, suena a melodía de otros tiempos. Generaciones de conquenses, multitud de hombres y mujeres llevan cristalizados en su corazón y en su obra el amor, la lucha, el trabajo, el desinterés y la filantropía en la mejora de la calidad de vida de los colectivos con capacidades diferentes en nuestra ciudad; por eso, en un momento tan complicado como el que están viviendo unos jóvenes con discapacidad intelectual, en los jardines del siglo XXI de la ciudad de Cuenca, me veo en la obligación de reivindicar el ejemplo, la fortaleza y la voluntad de consenso, entendimiento, razón, juicio y lucidez que ha sido estandarte de nuestro Ayuntamiento y que, bajo mi modesta opinión, no debería dejar de serlo.

Los responsables, como es el caso que me ocupa, de un Centro Especial de Empleo en el que, o bien somos padres, a en el peor de los casos, voluntarios que nos vemos obligados a gestionar el derecho al trabajo de las personas con discapacidad intelectual; gestionamos el tiempo sin tiempo, como es el caso, con la sana voluntad de que las administraciones no nos dejen abandonados, no nos sometan a presiones donde las puertas cierren nuestras oportunidades y dejen de ser giratorias para convertirse en un frío y negro portón que convierta la primavera en invierno, el día en noche y el tiempo en un reloj sin recato.

Necesito un tiempo sin tiempo, un abrazo y una mirada limpia que no esté deseando que gire la puerta parta respirar profundamente y dejar dormir la injusticia, la explotación y la lucha de un colectivo de jóvenes con discapacidad intelectual, en el eterno sueño de los justos.

Al final, lo natural, lo lógico, será cargar las tintas sobre el canto del gallo que tenga el atrevimiento de convertir ese canto en un relincho de lucha con las eternas disculpas de que deberías haber contado conmigo antes de contar dos, tres, cuatro o hasta diez.

Te pido disculpas, mi querido y admirado Mario Benedetti, por recurrir, una vez más, para establecer la táctica y la estrategia a tus poemas, a tu mirada sincera, transparente; mi táctica es mirar a las personas como son; mi táctica es hablar, escuchar y construir con palabras un puente indestructible; mi táctica es guardar en el recuerdo y en el corazón lo mejor de las personas; mi táctica es ser franco, limpio, transparente y fiel a las personas; en especial a los amigos a los que debemos gratitud y agradecimiento.

Mi estrategia, mucho más simple y profunda; sentarme a esperar que un día, que un día cualquiera, no sé cómo, no sé con qué pretexto, por fin alguien se dé cuenta que nos necesita.