Cuenca lo merece
Ahora sí. Dice el refrán que quien la sigue la consigue y en el caso de Cuenca ha tenido razón, y no por insistencia, sino porque se lo ha creído y ha trabajado duro durante mucho tiempo para presentar una propuesta “que ha sabido convencer”. Tras dos intentos infructuosos se ha conseguido por fin la ansiada capitalidad gastronómica, un reconocimiento que no se regala a cualquiera y que supondrá un antes y un después para los establecimientos hosteleros y hoteleros de la capital y también de la provincia. Y por ende, la generación de sinergias en otros sectores productivos. Desde luego una oportunidad única para mostrar durante todo un año las fortalezas de esta tierra, que va a requerir altos grados de responsabilidad y profesionalidad entre las empresas y los trabajadores del sector. Porque ser Capital Española de la Gastronomía no es cosa baladí. Van a producirse muchos impactos en los medios, en las redes y en las guías turísticas, nacionales e internacionales, se van a generar expectativas de negocio que habrá que cubrir con solvencia y vendrá mucha gente a conocer la ciudad, sus encantos y sus manjares y no se puede bajar un listón que a partir del primero de enero va a quedar en todo lo alto.
En la decisión del jurado habrán pesado sin duda las presencias de los restauradores más conocidos de la ciudad, pero también las del resto de establecimientos de un sector que se nutre de materias primas de alta calidad y de una tradición culinaria que manejan de maravilla en la mayoría de los fogones profesionales que jalonan la capital. Tanto en el Casco Antiguo como en la parte “nueva” de la ciudad todo tipo de paladares pueden gozar no sólo con los platos típicos que todo el mundo conoce, sino de una cocina innovadora que sin perder su raíz ofrece experiencias para disfrutar con los cinco sentidos. Y el año que viene esa labor va a impregnar el inconsciente colectivo de propios y foráneos, porque el título conseguido fomentará un componente psicológico de excelencia en el cliente que no debe defraudarse. El turista se sentirá sin duda especial si sabe que va a comer en una ciudad escogida por un grupo de expertos que la han elegido en lugar de otras capitales con el peso específico gastronómico de Oviedo o de Pontevedra. Llega pues el momento de dar el do de pecho y de cumplir algo que muchas veces repetimos en estas páginas: tenemos que hacer que el que venga vuelva… y cuando se vaya lo cuente.
La experiencia de Sanlúcar de Barrameda debe servirnos de ejemplo. No es una capital de provincia, pero ha sabido modular bien su potencial gastronómico y ha logrado incrementar exponencialmente su número de visitantes. Ha sido capaz de vender muy bien sus materias primas y de conjugar tradición y modernidad para ofrecer productos potentes del agrado de todos. En Cuenca no carecemos precisamente de esas cualidades. Lo que dan nuestra tierra y nuestros montes, el oficio cada vez más cuidado de nuestros cocineros y cocineras unido a la imaginación e investigación que imponen o deben imponer en su actividad hacen que no tengamos nada que envidiar de la localidad gaditana. Disfrutemos pues de la capitalidad, hagamos que puedan gozar de ella todos los bolsillos y no nos arrepentiremos nunca de que, por una vez, Cuenca ha sido capital de algo.
