Dos buenas noticias
Dos buenas noticias nos ha traído la presente semana para el patrimonio artístico de nuestra capital: por un lado la inauguración del mural cerámico que, realizado por el artista talaverano Juan Carlos Pinero, ha venido a reemplazar, en similar estilo, al que en su día ostentaba el Templete de la Música del céntrico Parque de San Julián perdido por la alianza a la par del siempre inexplicable vandalismo de unos y la incuria de otros, y por otro la finalización de la restauración de las pinturas murales de la antecapilla de la Virgen del Sagrario de la Catedral poniendo punto final feliz a una larga y en determinados momentos complicada labor dirigida por la conservadora-restauradora del Departamento de Pintura Mural del Instituto del Patrimonio Cultural de España Teresa Valle Fernández. Si de la primera cabe destacar especialmente, aparte del hecho en sí mismo de la recuperación del elemento decorativo, el que se haya llevado a cabo por la suscripción popular promovida por el colectivo Cuenca-In-Accesible –aplauso para sus integrantes – combinada, congratulémonos, con la aceptación institucional de la idea y de su realización en una alianza, igualmente elogiable, no tan frecuente por estos nuestros lares, de la segunda habría que destacar el que la recuperación de las realizaciones pictóricas del conquense Andrés de Vargas –las únicas de este tipo del templo junto a las del interior de la propia capilla de la Virgen del Sagrario–, que además tuvo que pechar con los inconvenientes de tener que desarrollarse en medio de las dificultades suscitadas por la pandemia, sirviera para detectar una serie de problemas estructurales de la propia arquitectura de esa zona, en concreto desperfectos en unas claves de bóveda, que presentaban grietas importantes, así como el riesgo de desprendimiento de unos nervios, ante lo cual, tras la correspondiente inspección técnica, se aprobó y dotó económicamente una intervención de urgencia para asegurar esos elementos y poder ya luego proseguir con la restauración de las citadas pinturas del XVII –a las que también se ha librado de los pudibundos añadidos realizados unos años después– y para asimismo sanear una parte del tejado y un canal de aguas pluviales causantes de filtraciones de agua que atentaban contra su integridad. Aplauso también pues a la combinada acción para todo ello del Cabildo catedralicio, el citado Instituto del Patrimonio Cultural y el Consorcio de la Ciudad en otra asimismo remarcable actuación mancomunada.
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