A mí plin

De sobra, es conocida por todos, la afición de nosotros, los españolitos, a una buena cola; que algo tendrá el agua cuando la bendicen. En este adorado país no hay nada que merezca la pena que no esté detrás de una buena cola: desde un puesto de trabajo al mismísimo Dinio; porque otra cosa muy nuestra es que los mejores productos españoles sean los de fuera. Si no, miren la que están liando Marín con el inglés a costa de acabar con el castellano. En fin… que viendo yo una cola el otro día, y ya que ha salido Marín a la palestra, me acerqué a la misma, con la esperanza de que algo bueno pudiese caerme; muy bueno a juzgar por su tamaño. Dicen, sin exagerar, que pasaba por Socuéllamos, Arrancacepas y Pantoja, la colita, antes de pisar Cuenca capital, y que no se conocía dónde empezaba ni podría acabar.

Después de estar esperando un buen rato se me ocurrió preguntar para qué era esa cola, a lo que aquella marabunta me informó de que estaba en la cola de las familias de las poblaciones que han perdido su escuela rural para darle las gracias a Marín. Y yo, que soy más listo que los ratones coloraos, haciendo gala de mi picaresca castellana, abandoné la cola pensando que hoy, desde esta columna, sería más sencillo y liviano agradecerle su labor. ¡Gracias, Marcial!