"Toques de queda"
Resulta muy triste y alarmante estos días escuchar o leer la frase “toque de queda”, que imprime en la mente evocaciones de guerra, clandestinidad, violencia y miseria. Pero lo que parece una pesadilla solo circunscrita al pasado, o al devenir de países en conflicto, es ya un siniestro concepto que se está haciendo realidad en muchos puntos de la vieja Europa.
El “toque de queda” ha gravitado sobre la reunión de este jueves de los presidentes autonómicos con representantes del Gobierno central, como amenaza ya, de forma casi inevitable, a la ciudad de Madrid o a urbes como París, Londres, Bruselas o Dublín.
Lo que podría parecer un exceso semántico de algunos gobernantes no hace sino reflejar que vivimos en un estado de guerra real contra un enemigo invisible que está diezmando a muchas poblaciones del mundo, contra un contendiente feroz al que se puede contrarrestar si se cumplen unas mínimas medidas de seguridad que ya conoce todo el mundo, pero que no todo el mundo practica.
Prueba de ello es que en España ya hemos superado el millón de contagios por infección de coronavirus y el marcador sigue corriendo día a día, sumando fallecimientos y llenado camas de los hospitales hasta límites que, en algunos casos, ya empieza a asemejarse a los de los peores días del inicio de la pandemia. Pero ello no parece influir en las actitudes irresponsables de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que se creen inmunes a todo y no son conscientes de que su comportamiento puede costarle la vida a él, a sus amigos o a sus seres queridos. El ocio mal entendido puede matar y más en estos tiempos negros de epidemia mundial.
A Albert Einstein se le atribuye la máxima “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana”, y en el actual orden de cosas hay que darle la razón al célebre científico alemán, sobre todo si analizamos ciertas actitudes de gran irresponsabilidad que hemos podido conocer en las últimas semanas. Estúpido es anteponer la economía a la salud, porque sin salud no hay economía. Estúpido resulta negar la pandemia y exponerse al virus sin protección y sin distancia por el mero hecho de beberse unas copas en compañía de amigos o familiares. Destila estupidez dar prioridad a las fiestas y al cañeo y obviar las más simples medidas de protección y distancia. Estúpido es, en definitiva, primar las inversiones militares, protocolarias y suntuarias en detrimento de la Sanidad o los Servicios Sociales.
En tiempos de pandemia, los valores propios del neoliberalismo económico y del capitalismo salvaje no se sostienen, porque el mercado no se autorregula si ha dejado de existir; porque el beneficio privado de nada sirve en la cama de una UCI o en la fosa del camposanto; porque la libertad personal se pone en entredicho cuando pisotea el derecho a la salud de los demás. Se hace pues necesario buscar otras prioridades menos prosaicas, como la solidaridad, la responsabilidad personal y la protección de lo público. Quizá esta pandemia y sus ¨toques de queda” nos enseñen que tenemos que cambiar el chip y proteger el entorno y sus moradores.... porque el planeta no tiene recambio y la estupidez es un estado reversible.
