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“La pandemia pone en una situación todavía más agonizante a los migrantes”

Aunque la sede de Salvamento Marítimo Humanitario está en Zarauz, Cuenca está muy vinculada con la ONG. Su presidente reflexiona acerca de los desafíos de las políticas migratorias
“La pandemia pone en una situación todavía más  agonizante a los migrantes”
29/09/2020 - Dolo Cambronero

Salvamento Marítimo Humanitario tiene la sede en la otra punta del país, en la localidad guipuzcoana de Zarauz, pero Cuenca está muy vinculada con la organización. De hecho, unos 25 de los más de 100 socios con los que cuenta son de aquí, siendo la tercera provincia en número de asociados. La ‘culpa’ es del marinero conquense Óscar Fernández, que trabaja para la entidad. Íñigo Mijangos Churruca es el presidente de este colectivo y cofundador en 2015 de la asociación. Antes había estado en salvamento marítimo en Cruz Roja. “De ahí surgió la semilla de SMH en un grupo de personas”, cuenta.

Cuenca está muy vinculada con Salvamento Marítimo Humanitario.

Óscar hace mucho trabajo en Cuenca. Es nuestra tercera provincia en socios. Vamos a tener que abrir delegación... [Risas] Estoy muy agradecido porque es muy activo. La campaña de recogida de ropa tuvo mucho éxito. Es una zona con un perfil solidario. A los que estamos en esta guerra, nos hace ilusión porque a veces parece que estás predicando en el desierto. Pero ves que hay una respuesta positiva y te da un rayito de esperanza. Eso lo necesitamos también.

Háblenos de Salvamento Marítimo Humanitario.

Somos una asociación de carácter humanitario compuesta fundamentalmente por personas relacionadas con el rescate y la emergencia con el fin de salvaguardar la vida en el mar. Empezamos la actividad en 2015. El detonante de la constitución fue la situación que se produjo a finales de ese año de flujo masivo de personas que venían huyendo de la guerra y de la violencia fundamentalmente de Siria pero también de Afganistán.

¿Cómo está el Aita Mari actualmente?

El barco tiene la finalidad de rescate aunque contemplamos una visión mucho más amplia, también para la ayuda humanitaria. De hecho, el Aita Mari también ha hecho misiones para llevar ayuda a las islas del Egeo. Y también de búsqueda y salvamento. El barco tiene unas instalaciones sanitarias en las que se puede hacer algo más. Ahora está en Pasaia [Euskadi], a la espera de terminar las reformas a las que nos obligaron en la inspección que nos hicieron en Palermo [Sicilia, Italia]. Las autoridades establecieron deficiencias aunque estamos estudiando la posibilidad de recurrirlo. Pero mientras, tenemos que subsanarlas.

¿Cuánto tiempo ha estado retenido el Aita Mari en Palermo?

Estuvimos un mes y medio. Tuvo un costo de 50.000 euros, con tasas y gastos portuarios especiales que se establecieron por la Covid-19. Consiguieron ese desgaste que buscan, ese drenaje de recursos y ese agotamiento de las tripulaciones y de las personas que formamos parte del proyecto.

¿Es una manera de poner trabas al rescate de personas al fin y al cabo?

Sin duda. Ahora incluso se ha visto cómo el gobernador de Sicilia ha dictado una ley que dice que hay que expulsar a todos los inmigrantes, prohibiendo el desembarco de nuevas personas. Se ve la nueva estrategia que ha escogido este gobierno, más una vía administrativa que la vía penal por la que apostó el ministro Salvini y que no funcionaba porque iba contra cualquier principio de ley medianamente válido en democracia y en un estado de derecho y libertades. La vía administrativa es más lenta y aunque al final, a base de recursos y denuncias, es posible que todo esto vaya hacia atrás y se vea que hay un uso fraudulento de la ley, mientras tanto, lo que le interesa es que no se haga rescate y lo está consiguiendo.

¿Ha cambiado la pandemia las rutas migratorias?

Más que transformar las rutas, está condicionando el nivel de respuesta en la llegada, no puedo decir en la acogida porque no se está produciendo en Europa. Nosotros tenemos la misión médica en las islas del Egeo. Es injusto decir que hay un desbordamiento porque este se produce porque no hay una respuesta adecuada por parte de las autoridades sanitarias. Se ponen de perfil una vez más. En Italia desconozco el nivel de respuesta que se está dando en la acogida una vez que se desembarca pero está clara la que se está dando en el mar de tratar de no atender para ser aún más disuasorios. En el último bote que rescató el Aita Mari, el tipo de respuesta que se dio en Malta fue de ausencia total. Los puertos estaban cerrados, no se daba ningún tipo de asistencia. Italia, a última hora, puso un ferry como zona de aislamiento para hacer la cuarentena. En Canarias también se está dando una respuesta muy incierta, muy confusa. La Covid-19 está condicionando en la llegada más que en la actitud de los migrantes. La presión que ellos tienen es: vas a morir de un tiro o en un campo de detención ilegal en Libia, o vas a seguir viviendo en unas condiciones infames en los asentamientos precarios. Decirles que se van a infectar en una patera o en el campamento o que van a morir ahogados, al final no les condiciona demasiado. Ellos quieren tirar para adelante e intentar llegar a un sitio en el que puedan estar relativamente seguros. Es la única salida que tienen. La pandemia les pone en una situación todavía más agonizante y angustiosa. Y una vez más, la respuesta en la llegada no está a la altura. En Grecia, estamos solos un grupo de voluntarios en el campo, atendiendo esta situación, cuando hay un gobierno regional que ha gastado un montón de dinero y no se ve en ningún sitio. El gobierno nacional griego no está dando una respuesta. Lo que están haciendo en absolutamente insuficiente. El incendio en Moria es una consecuencia de lo que se había dicho que podía pasar. Había un riesgo alto. Y es similar en otras islas. Cuando tienes a la gente en malas condiciones y mal atendidos, y atemorizados con la Covid-19... El modelo disuasorio se está confirmando.

“La pandemia pone en una situación todavía más  agonizante a los migrantes”

¿Hacia dónde gira la política europea en materia de inmigración?

Está en la misma línea que con la comisión anterior. Y todavía más dura. Teníamos la esperanza de que hubiese un giro un poco más humano. Pero sigue con la idea de la Europa fortaleza. Lo último que han dicho es que van a reforzar las devoluciones ‘voluntarias’. ¡Vaya eufemismo! Estas no son devoluciones en caliente, aunque también se están dando estas, al menos en Grecia. Y se están consintiendo y en cierto modo aplaudiendo al decir que tenía que ser el escudo de Europa. Se está incentivando devolver a las personas a su lugar de origen. Es lamentable la respuesta de Europa.

En el caso de España, las oenegés denuncian devoluciones exprés pero a Marruecos, no a sus países de origen.

Es un concepto que existe en la legislación. País de origen para Europa es el país del que vienen, el anterior. Entonces, a España le sirve con devolver un ciudadano a Marruecos o a Mauritania aunque sea de Cabo Verde o Yemen. En el caso de Turquía, cuando pasan a Grecia, es lo mismo. Lo devuelven a esos países porque se consideran seguros; juegan con esa trampa. Un ejemplo, un ciudadano de Eritrea, que está en guerra. Y dicen: ‘Es que yo no lo devuelvo a su país sino a Marruecos, que es de donde viene’. Juegan con el lenguaje. Hablamos de valores europeos pero se escribe entre renglones con esta normativa para justificar lo injustificable.

Tanto dinero que se dedica a flanquear las fronteras, si se invirtiese en origen o en facilitar vías seguras para migrar. ¿Qué posibles soluciones habría?

Si en vez de dedicar los miles de millones de euros que se están invirtiendo en la nueva agencia de Frontex y en protección de fronteras, se estableciesen en origen otros dispositivos y otras fórmulas evitaríamos parte de esto. También dejaríamos de alimentar el negocio del tráfico de personas, uno de los grandes incentivos. Hablan de que las ONG generamos efecto llamada pero nadie se refiere a que un traficante gane muchísimo dinero engañando a la gente y prometiéndole el dorado. Esas personas necesitan tener una esperanza y creen en él. Si se rompe ese mercado negro y se establecen vías seguras para las personas, aunque tengan que esperar porque hay cupos, se reduciría esta situación. Si tú tramitas unos contratos en origen, impides la explotación de las personas en destino. Entonces, estas personas, en lugar de gastarse 3.000 euros para venir a España y de una forma no segura, viajarían por 200 o 300, trabajan durante la temporada y cuando terminan, se vuelven a su país con su dinero y hemos quitado el problema del traficante. Hay mil fórmulas pero no se hacen. Y alimentamos ese mundo de explotación y una industria de protección de fronteras con inversiones desmesuradas, con drones, patrulleras y refuerzo del número de militares o de policía militarizada, con unos sueldos también desproporcionados.

Y en la política española migratoria ¿ha habido algún cambio?

Me gustaría haber visto un cambio, una política más humanizada, aunque es verdad que están condicionados por Europa. Pero no he visto una diferencia entre un gobierno del PP o uno socialista. Se mantienen los mismos criterios, desmontando Salvamento Marítimo civil y reforzando la respuesta de la Guardia Civil y el control fronterizo frente a las personas en peligro. Y potenciando las fuerzas militares en Marruecos, sus medidas coercitivas y de hostigamiento a quienes están esperando para entrar a España para que vayan hacia el interior del país. Eso es lo que lamentablemente se ve y las denuncias de las oenegés por incumplimientos de lo más básico, del más mínimo humanismo a la hora de atender a esas personas. Intentamos que el trabajo sucio se haga fuera de Europa, en nuestro caso en Marruecos o en Argelia o en Mauritania, con devoluciones exprés. Vemos morir en el mar y atropellos de derechos al otro lado de la frontera. Y nos mostramos absolutamente ajenos. Es muy triste en un gobierno que se denomina progresista y de un perfil más humano.

Interior trabaja en la retirada de las concertinas.

Nos han hecho una de trileros. Vamos a quitar las concertinas porque voy a poner algo mucho más eficiente. Las concertinas eran algo absolutamente inhumano por los destrozos y cortes que se hacían las personas saltando, pero es que las han puesto en el lado marroquí. Y en el lado español se han puesto métodos todavía más contundentes y más efectivos. El hecho de quitar las concertinas es importante pero luego también está el daño moral y eso hay que considerarlo.

Proliferan discursos de odio hacia los migrantes. ¿Cómo desmontarlos?

Es poderoso jugar con el miedo. Frente a esa persona que no conoces, que es diferente, tenemos ese instinto de supervivencia y desconfías, te pones en alerta. Si alguien dice que eso es peligroso y supone una amenaza porque te va a quitar prestaciones o servicios sociales o te va a colapsar los hospitales… pues hay miedo y esa es la semilla de ese odio, de ese discurso xenófobo. Hay que educar para hacer ver que esas personas no son una amenaza. Es difícil porque todos los días escucho comentarios de este tipo. Una persona que está en situación irregular no puede recibir ninguna prestación. La cuestión de los empadronamientos y del arraigo se ha convertido en un juego para justificar que hacemos algo pero al final es para ponérselo muy difícil para regularizar su situación. Tampoco hay que pecar de ‘buenismo’. No todo el que viene es bueno y también hay delincuentes u oportunistas. Pero a muchos los hacemos nosotros si no les damos otra opción. En nuestra comunidad también hay un porcentaje de delincuentes, algunos con traje y corbata. Pero hay muchísimas personas de otros países que no salen en los periódicos y que trabajan, que abren sus comercios y viven honestamente sin molestar. También habría que darle un espacio a esa gente.

¿Cuáles son los próximos retos?

El primero es sobrevivir a la Covid-19. Estamos gravemente enfermos. La pandemia va a suponer un impacto tremendo en los ingresos de nuestros donantes, sean administraciones públicas, empresas privadas o particulares. Todo el mundo está amenazado y nosotros también. Nuestro proyecto en Grecia es el objetivo número uno porque somos la única respuesta válida en el campo en estos momentos. Hay 3.500 personas que dependen de la asistencia que podamos dar. Lo están drenando poco a poco y no sabemos hasta dónde. Y queremos poner en marcha otra vez el Aita Mari. Lo primero es ver en qué situación económica nos encontramos y a partir de ahí, ver qué opciones tenemos. Tenemos varias ideas, como trabajar como barco hospitalario para dar una respuesta en el mar frente a la Covid a la gente que viene, antes de desembarcarlos, hacerles algún tipo de screaning [cribado] como prevención. O también como barco de asistencia para los otros barcos de rescate. Pero lo primero es terminar con las deficiencias que nos pusieron en Italia y luego ver qué dinero tenemos.