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“Intento hacer películas que no haya visto y quiera ver”

El filme ‘El año del descubrimiento’, dirigido por Luis López Carrasco, ha sido galardonado como mejor documental en los Premios Forqué y cuenta con dos nominaciones en los Goya
“Intento hacer películas que no haya visto y quiera ver”
Foto: Luis López Carrasco
30/01/2021 - Paula Montero

Corría el año 1992 cuando España estaba inmersa en la preparación de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo Sevilla para mostrar al mundo el despertar de nuestro país y la entrada simbólica en Europa. Pero, en Murcia, el desmantelamiento industrial provocado por la prometida reconversión desembocó en la quema de la Asamblea Regional de esta autonomía. Este es el leitmotiv del largometraje ‘El año del descubrimiento’ del director, guionista y productor de cine Luis López Carrasco. Un filme que le ha llevado a conseguir doce premios en el panorama internacional, el galardón a mejor película documental en los Premios Forqué y una doble nominación para los Goya 2021.

Y se preguntarán ¿qué relación tiene con Cuenca? Pues bien, es profesor en la Facultad de Comunicación en el Grado de Comunicación Audivisual y en el doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Un privilegio, en especial, para sus alumnos y para el conjunto de la UCLM.

Háblenos de ‘El año del descubrimiento’.

Mi primera película se titulaba ‘El futuro’ y trataba sobre una fiesta en el año 82. Era una especie de comentario a cerca de los procesos sociales que se pusieron en marcha a partir de la Transición en España y me quedé con la necesidad de hacer otra película enmarcada en esa época pero no hablando tanto de una fiesta llena de entusiasmo y de personas de clase media, sino desde un lugar contrario y hace cinco años empecé a trabajar en ‘El año del descubrimiento’.

Comencé a documentarme sobre la revolución industrial y recordé que de niño había visto en televisión que el Parlamento autonómico de Murcia había sido quemado parcialmente por trabajadores en protesta por la crisis industrial. Yo soy de Murcia e inicié un proyecto para averiguar qué había pasado porque nadie de mi alrededor lo recordaba. El tema de la quema y de la crisis industrial es un punto de partida que al coguionista, Raúl Liarte, y a mí nos acabó sirviendo para hacer una película que fuera casi una memoria social de los barrios obreros de Cartagena y La Unión casi desde la Guerra Civil hasta la actualidad. ‘El año del descubrimiento’ es como un gran retrato colectivo.

La película transcurre casi en su totalidad en un bar, ¿por qué?

En la película se puede ver gente discutiendo y charlando sobre cuestiones que han vivido en primera persona, sobre su barrio, trabajo y expectativas de vida. Me parecía que un bar era idóneo para entremezclar personas de edades y procedencias muy diversas porque, a veces, tengo la sensación de que si en un bar hablas con desconocidos cuentas cosas más íntimas que a conocidos. Además, es ese lugar al que uno va después del trabajo para desahogarse; por tanto, al ser el trabajo el tema central de la película me pareció el lugar más emblemático.

Juega con un vestuario y escenografía que podrían ser actuales, ¿qué quiere transmitir?

La película juega a parecer un documental que alguien grabó en 1992 porque está rodada con cámaras de la época y la gente lleva un vestuario que podría ser tanto de principios de los noventa como de la actualidad. Intentaba conectar las experiencias de la crisis del 1992 con la del 2008 y la actual a través de los testimonios en primera persona de la clase social que más la había padecido. Se trata de reflejar dos tiempos, es decir, intentar conocer el pasado a través de historias del presente y, a la vez, entender mejor nuestro presente profundizando en algunas cuestiones que sucedieron en el pasado y que nadie recuerda. Esa idea de que existan dos tiempos es lo que motiva que, en gran parte de la película, el espectador no tenga muy claro en qué momento histórico se está desarrollando.

‘El año del descubrimiento’ es casi una memoria social de los barrios obreros de Cartagena y La Unión, un gran relato colectivo

¿Todos los testimonios son espontáneos?

En el rodaje motivábamos temas de conversación pero todo lo que aparece en el filme son experiencias en primera persona que han vivido las personas que salen. Hicimos castings en asociaciones de vecinos y la película está llena de voces anónimas que resultan tan impactantes. Son historias de vida, rostros y emociones que no suelen aparecer en el cine o en los medios.

El largometraje está grabado a doble pantalla, ¿tenía pensado hacerlo así desde un principio?

No, mucho material se había grabado con dos cámaras porque teníamos tertulias con dos, tres o cuatro personas y era importante grabar tanto al locutor como al interlocutor de la conversación. Durante el montaje, el equipo sincronizó las grabaciones para verlas a la vez y, cuando lo vimos Sergio Jimenez, el montador, y yo tuvimos la intuición de que mantenerlo durante toda la película podía contribuir a fortalecer esa experiencia de estar habitando un bar y ser atravesado por todas las experiencias y los diferentes puntos de vista.

Este planteamiento complicó mucho el montaje y se prolongó durante 9 meses porque al contar con 45 personajes era muy difícil diseñar toda las estructuras y microestructuras.

Como profesor de la Facultad de Comunicación, ¿qué cree que pueden aprender sus alumnos a nivel histórico con este filme?

A veces, pensamos las cosas que se pueden hacer en base a relatos institucionales que en muchas ocasiones están dirigidos por el poder. Pero, hay otras maneras de entender nuestro pasado. Lo que he intentado con esta película es romper estereotipos sobre determinados territorios e incluso sobre como recordamos el propio año 92.

Hago películas para entender un presente que se ha convertido en algo difícil de explicar. Parece que estamos paralizados y no tenemos manera de salir de la precariedad que nos lleva a tener un temperamento muy conservador para no perder nuestros pocos privilegios. La idea es contribuir a generar una memoria que estaba ahí, que nadie conocía y que nos puede servir para orientar nuestro presente y sobretodo para planificar nuestro futuro, porque el cine tiene que dar cuenta de la complejidad del mundo y no simplificarlo. Es importante como creadores, periodistas y cineastas saber que las zonas periféricas son capaces de contar sus propias historias.

¿Y a nivel audiovisual?

El cine que yo hago no obedece mucho a lo canónico de lo audiovisual industrial. Intento hacer películas que no haya visto y quiera ver. Cuando el alumnado o el público piensa en un documental quizá imagina un formato periodístico o televisivo pero este género son otras muchas cosas. Tiene la posibilidad de aproximarse a la realidad de una forma muy directa y a la vez muy respetuosa.

Con esta película se puede ver que es posible hacer un cine interesante y atrevido, desde el punto de vista estético, para públicos muy diversos. Esto es lo que yo intento trabajar. Lo interesante es saber que todavía se pueden hacer cosas nuevas y originales en el ámbito audiovisual. A mis alumnos intento transmitirles que si uno tiene una vocación creativa hay muchos caminos donde puede encontrar una voz propia. La idea fundamental en mis clases es que cada alumno o alumna pueda encontrar su propia voz para aportar una mirada única al mundo que les rodea.

La idea fundamental en mis clases es que cada alumno o alumna pueda encontrar su propia voz para aportar una mirada única al mundo que les rodea

¿Cómo llega un murciano a dar clase en la Facultad de Comunicación de Cuenca?

Acabo de incorporarme. Llevo 20 años viviendo en Madrid y he trabajado como profesor en escuelas de cine, en másteres universitarios durante más de diez años y he hecho trabajos de investigación académica sobre la relación de historia, cine y sociedad. En Cuenca ya había dado clase en la Facultad de Bellas Artes durante un seminario en 2016 y finalmente este año tuve la suerte de incorporarme a una plantilla que se está creando todavía. Es un lugar fantástico donde involucrarse porque está vivo y hay muchas posibilidades de hacer cosas nuevas, de posicionar los estudios de periodismo y comunicación audiovisual a nivel nacional para ofrecer un carácter propio y atractivo.

Con las nuevas medidas contra la Covid las salas de cine han cerrado. Al moverse en este mundo, ¿qué opina al respecto?

Es una cuestión de salud y cada comunidad autónoma tiene que tomar sus decisiones. Es lógico y entendible pero evidentemente para la producción audiovisual es muy complicado, aunque también para otros sectores. El cine, al menos, tiene otras ventanas pero las artes escénicas o la música lo tienen muchísimo más crudo. Nosotros hemos tenido mucha suerte porque hemos podido distribuir la película dentro de esta locura con cierta normalidad.

¿Qué supone haber ganado el Premio Forqué a mejor película documental y optar a un doble galardón en los Goya?

Mucha alegría porque nunca te lo esperas. Si que es verdad que la película lleva un año de recorrido en festivales internacionales y ha ganado 12 premios, pero hay que tener en cuenta que es una película a doble pantalla con una duración de 3 horas y veinte.

Muchas veces lo que sucede en el ámbito de los festivales internacionales no se recoge en los premios más industriales de España. Siento muchísima alegría y gratitud hacia las productoras y personal técnico. También agradezco la participación de todas las personas que se atrevieron a contar sus historias con esa valentía y honestidad.

¿Qué significa ‘El año del descubrimiento’ para usted?

Es la posibilidad de haber podido recoger la memoria del lugar en el que me crie. Es un sueño hecho realidad porque es un trozo de mi memoria y la memoria de la gente que me ha rodeado. Que este tipo de cuestiones tan locales, autóctonas y familiares hayan sido vistas y reconocidas en todo el mundo, desde Corea del Sur a Brasil, es una alegría increíble porque pude hacer la película que quería y con la que había soñado. Es una felicidad personal total.

“Intento hacer películas que no haya visto y quiera ver”