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Enrique Calonge: "En las grandes superficies no te hace caso nadie"

Enrique Calonge: "En las grandes superficies no te hace caso nadie"
12/06/2016 - Gorka Díez

Que una tienda de ropa cumpla 60 años es algo a celebrar. Es el caso de Confecciones Manila, en Tarancón. Su fundador, Enrique Calongue, ya jubilado, habla sobre el negocio.

Sesenta años. Es el tiempo que este sábado, 11 de junio, cumple la tienda de ropa para niños y caballeros Confecciones Manila, ubicada en la calle Zapaterías de Tarancón. Un comercio “de toda la vida” (nunca mejor dicho), que apuesta por las marcas de calidad y la cercanía. Su fundador es Enrique Calonge, empresario ya jubilado pero que a sus 83 años sigue pasándose por las mañanas por la tienda para echar una mano a su hija Elena, que mantiene la tradición. Entre los dos ultiman los preparativos para celebrar esta efeméride con una fiesta que, de 18:30 a 21.30, aproximadamente, llenará la calle Zapaterías de aperitivos y bebidas, además de colchonetas para los más pequeños. 

Cumplen 60 años. ¿Fueron más duros los inicios o es más complicado ahora dada la situación económica?
Cuando es más duro es cuando empiezas, porque los haces sin nada y hay que luchar. Aunque en estos últimos años sigue siéndolo. La gente puede pensar que un comercio es fácil de llevar, pero no. Hay gente a la que da gusto vender, pero también otros que no son tan fáciles, a los que es más duro convencer. Y la crisis lo hace aún más duro, porque tienes los mismos gastos vendiendo que sin vender. Pero si uno es un profesional como tiene que ser, aguanta todo, en el comercio y en cualquier profesión, porque hay muchas otras profesiones que a lo mejor son muchísimo más duras.

La clave está en el trato con el cliente…
Exactamente. Es la principal virtud de un comerciante, atender. Luego, en sesenta años tienes de todo: momentos que lo has pasado mal por razones x, como haberte equivocado al comprar y tener dificultades para poder sacar ese artículo, pero también momentos en los que vendes mucho y terminas la temporada sin restos, con un balance estupendo. 

Un comerciante tiene también que estar muy pendiente de las modas… 
Claro. Ahí está el quid de la cuestión. No siempre compras a gusto de lo que se va a llevar el cliente, pero hoy lo tenemos más fácil porque hay muchas ferias en las que presentan lo que se va a llevar. Es una ventaja aunque tampoco al ciento por ciento: te pueden decir que se va a llevar el marrón y luego el cliente no acepta el marrón. 

¿La tienda ha ido cambiando mucho de empresas proveedoras?
En este tiempo hemos tenido empresas de casi todos los sitios. Y muchas, muchísimas, diría que incluso las mejores que hemos tenido, han desaparecido. Entonces, tienes que buscar otro proveedor, y este tiene que ser el mejor. Pero, cuando nos va bien, nosotros siempre hemos sido fieles a los mismos proveedores. Nunca he sido partidario de cambiar. 

¿Cuál es la línea de la tienda? ¿Más moderna o más clásica? 
En niños trabajamos mucho con Mayoral, que va mucho a lo que se lleva. Y en caballero vamos también a la moda. En colores siempre tenemos los básicos (el marino, el negro, el marengo) pero también algo de lo que se estila. Hoy en televisión lo que se ve es a los hombres con trajes azules, y parece que cuando se lleva un color, todo el mundo lo lleva. Pero tampoco nos ceñimos a la moda en un ciento por ciento. Tarancón es un pueblo pequeño y hay que combinar con lo clásico.

¿Cómo ha ido cambiando el hábito de vestir de la gente? Porque se dice que se viste algo peor, más informalmente…
Ha cambiado un poquito o un mucho (ríe). Antes era más fácil vender porque era sota, caballo y rey. Hoy están las grandes superficies y eso nos ha dado pie a que la gente se vaya porque se crea que es más cómodo ir a Zara, tocar y tocar prendas y al final no llevarse nada o hasta dejar en el suelo lo que has tocado. Sobre todo a los jóvenes parece que le gustan esos sitios en los que tampoco les atienden, sino que uno pasa por allí, por allá, por el otro sitio, mira una cosa, mira otra… Aquí en cambio hay una relación más personal, algo que otros muchos valoran, gente que me dice: “Enrique, es que a mí me gusta cómo atendéis vosotros”. Le sacas una prenda, se la prueba, le sacas otra… En las grandes superficies no te hace caso nadie, y personalmente me cabrea bastante que a la hora de pagar, curiosamente, tengas que esperar media hora para que te atiendan. Me parece molesto.

Supongo que el comercio local de Tarancón paga ese precio por tener Madrid tan a mano…
Sí. Tener cerca Madrid es estupendo, te permite comer en Tarancón y tomarte allí el café, pero también un poco problemático, porque mucha gente, como todo el mundo tiene coche y está a un paso, se va y eso al comercio nos perjudica, de eso no hay duda. Pero, ¿qué le vamos a hacer? No podemos hacer nada sino atender bien, dar facilidades en muchos sentidos y tener género en una calidad aceptable. Es nuestra faena.

¿Cómo ve Tarancón ahora mismo? Siempre ha sido una localidad con muchas empresas y ahora parece que se están instalando más. ¿Se recupera de la crisis?
Yo diría que, de momento, no. Tarancón ha sido una plaza muy buena. Teníamos una veintena de pueblecitos con gente que todas las mañanas venía a Tarancón a otra cosa y, a su vez, compraba algo. Y ahora a Tarancón siguen viniendo empresas, pero no realmente grandes. Algo se nota, pero no tanto. La población no ha crecido como podía haber crecido y, como decía, a la gente joven le gusta irse a Madrid porque yo les puedo enseñar algo pero en un Madrid hay mucho para enseñar. 

¿Se demanda más ropa de niño que de hombre? Cuando la situación económica no es buena, parece que con los niños las familias hacen un mayor esfuerzo…
Evidentemente, la crisis siempre será del hombre: al niño siempre hay que comprarle ropa. Y hay una ventaja: que el niño crece. De un año a otro puede necesitar una talla más. Y a muchas madres les gusta además que sus hijos cambien de ropa. El hombre, en cambio, salvo que engorde, o quiera cambiar, es más difícil. A lo mejor un día quiere un traje para una boda, pero luego no tiene otro evento en mucho tiempo. Así que en ellos la crisis se nota más. 

Su hija Elena está al frente del negocio. ¿Le augura muchos años por delante?
Diría que sí. Por una razón: le gusta esto tanto o más que a mí. Yo, a mis 83 años, suelo bajar a eso de las once porque atender a los clientes y haber conseguido con ello sacar adelante a cinco hijos es algo grandioso, que me encanta. Pero mi hija creo que me supera, porque cuida mucho sus escaparates hasta el punto de que muchos les hacen fotos de tan bonitos que los ven. Le gusta además atender, el buen comportamiento, virtudes que ha adquirido entiendo que, sin querer presumir, en parte de mí. Y creo que no se va a cansar. Cansarte o no depende de que te vaya bien el negocio, claro, pero, como le va bien, y le gusta como le gusta, pienso que no va a ir para atrás sino, al contrario, mucho más para adelante.