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“Zóbel tuvo un vivir agitado y lleno de intensidad”

El crítico de arte, Alfonso de la Torre, ultima un catálogo razonado de la obra del impulsor del Museo de Arte Abstracto
“Zóbel tuvo un vivir agitado y lleno de intensidad”
Foto: Carlos Schwartz
18/02/2019 - Samir Delgado

Entrevistamos al crítico de arte Alfonso de la Torre (Madrid, 1960), que durante su dilatada trayectoria especializada en el arte abstracto español ha comisariado importantes exposiciones y en la actualidad ultima la edición del catálogo razonado de Fernando Zóbell gracias a un convenio firmado a principios de 2015 entre la Fundación Azcona, Ayala Foundation y la Fundación Juan March, también respaldado por los herederos del artista nacido en Filipinas; un libro que será publicado en edición bilingüe y reunirá por primera vez el censo de las aproximadamente dos mil pinturas que el impulsor, junto a Gustavo Torner, del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, realizó a lo largo de su vida

En la conferencia inaugural de la primera exposición póstuma de Zóbel, celebrada en 1984 en la Fundación Juan March, el crítico Francisco Calvo Serraller habla de la leyenda, el método y la pulcritud de la personalidad del pintor y el papel de contrapunto que supuso en la cultura artística de la modernidad en España. Allí se refrenda el reconocido cosmopolitismo y la cualidad del dandismo en el perfil polifacético del artista, además del destino de la naturaleza de su pintura como un lenguaje abstracto universal ¿Qué aspecto de la trayectoria personal de Zóbel se podría destacar junto a la del pintor y el coleccionista que fundó el Museo de Arte Abstracto español en Cuenca?

Recordemos que Zóbel fue un artista fallecido sin haber cumplido los sesenta años. Con frecuencia pienso en su vida, qué intensidad la suya, ese vivir agitado entre pintura o dibujos, grabados, fotografías, artistas de su tiempo o del pasado, museos y exposiciones, obras de arte, amistades, viajes, lecturas y colecciones. Viendo, mas no solo siendo testigo, pues ejerció de intérprete del mundo, se reitera el del pasado y el palpitante en derredor. Difícil cerner con esta palabra y este hoy tal existir intenso capaz de completar en apenas tres décadas un pleno vivir de pintor, mas también la escritura de una veintena de diarios y la conclusión de un centenar de cuadernos de apuntes (que incluían anotaciones, bocetos, dibujos y collages, recortes varios), a la par que llevar un exhaustivo registro de sus pinturas. Y pintar, claro. “Vida de monje encantado”, son sus palabras, inmerso en una infinita curiosidad capaz de abarcar ámbitos diversos, entre ellos la arqueología o el conocimiento musical y su práctica. Imposible seguir también su ansia lectora, tanto de crítica artística como en la poesía y novela clásica. Merecería esto un estudio aparte.

Teniendo en cuenta la conocida vocación de Zóbel como viajero a los museos del mundo y las diferentes exposiciones artísticas que realiza en sus mejores años de madurez, ¿cómo se percibe la herencia dispersa de su obra teniendo en cuenta las dos mil obras repartidas entre Estados Unidos, Filipinas y España a la hora de realizar el catálogo razonado?

La “herencia” no está tan dispersa. Por resumirlo, está más bien entre Filipinas y España. En ese sentido, para el catálogo razonado es emocionante saber el fuerte compromiso con ese legado zobeliano en el Museo Ayala y Ayala Foundation. Son un ejemplo, como también lo es que la Fundación Juan March haya cuidado de su memoria y que, entre todos, con la familia Zóbel y la colaboración infatigada de Rafael Pérez-Madero, la Fundación Azcona impulse el catálogo razonado, esencial para el corpus de un artista. Es un proyecto de extraordinaria complejidad que estará editado en algo más de un año. Los grandes museos internacionales custodian su obra, a la par que el reconocimiento se ensancha (baste recordar la presencia de su obra en la última Bienal de Venecia, o un proyecto en el que trabajamos sobre los encuentros de Zóbel y Chillida para la galería Mayoral de Barcelona). Los coleccionistas incorporan obras de Zóbel a sus colecciones. Hay un libro muy bello del autor Pancho Ortuño que, aunque descatálogado desde hace décadas, se considera un clásico sobre la obra zobeliana; allí pueden encontrarse numerosos diálogos y citas de artistas y escritores que acompañan la riqueza de los cuadros del artista. Parece que los ríos Júcar y Huécar siempre aparecen como fronteras naturales de la creación pictórica de Zóbel. ¿Se puede entender al pintor de La piedra del caballo o las series sobre Orillas y La Vista como un adelantado de la ecología moderna y de la poesía sobre la esencia del paisaje castellano? Pensemos que la ciudad de Cuenca es un enclave con aire de isla o, mejor, un transatlántico -antañón, cuando llegaran los artistas en los sesenta- varado en mitad de Castilla. Y ese carácter insular marcará algo de la vida concentrada de los artistas. Y la naturaleza, la impresión que recuerda sobre lo que ha visto, es sin dudarlo uno de los puntos de partida de la obra zobeliana, algo en lo que coincide con buena parte de los pintores vinculados a la poética de Cuenca: piénsese en Rueda, Sempere o Torner, por ejemplo. Como he escrito en alguna ocasión, el paisaje desde la visión interior, como pretexto. El paisaje es un trasunto, el uso de una metáfora visual, no es tanto una visión “ecológica”, como se cita, como una transposición de sentimientos interiores.

“Zóbel tuvo un vivir agitado y lleno de intensidad”

De igual modo, otro de los libros acerca de las etapas de Zóbel pertenece a Rafael-Pérez Madero, donde aparece una reflexión sobre la cronología de sus cuadros que van desde las Saetas, el paso de la Serie Negra a la fase colorista de paisajes y anatomías, y la Serie Blanca que da título al volumen publicado por ediciones Rayuela en 1978 y que incorpora algunos fotogramas del cortometraje dirigido por José Esteban Lasala y con guion del propio autor sobre Zóbel. ¿Se puede añadir a la estela artística de Zóbel alguna hipótesis sobre el desarrollo futuro de su pintura detenida en el conocido cuadro El puente de 1984?

Comenzaré señalando que ese libro, como todo el trabajo de Rafael Pérez-Madero en torno a la obra de Zóbel, son fundamentales. Piénsese que mucho del pensar de Zóbel quedó compilado en escritos en los que se entremezclaba lo serio con una desbordante naturalidad, la alta cultura con el relato del transcurrir de los días, la ironía y el sentido del humor. Entre ellos, destaco ahora su Cuaderno de apuntes (1974), además de la muy hermosa monografía que citas, con su imprescindible diálogo con Pérez-Madero. No solo está ahí la voz de Zóbel, sino que es posiblemente uno de los más cuidados libros sobre arte, traducido al inglés, impreso en los aún grises años setenta. O, vuelvo a otras con frecuencia, las palabras que escribió para la monografía de Torner, en 1978, que reflexionan con desinhibición escritural, casi con desparpajo, sobre la obra de arte y la creación en general, en torno a qué llamamos estilo, sobre la vida y el sentido serio del término “juego”, en el uso inglés de “play”, como fórmula seria de enfrentarse a la creación. Sus Cuadernos de apuntes han sido guía, también, de algunos viajes por ciudades y museos, el encuentro con ciertas pinturas suponiendo, también, el hallazgo de algunos raros escritores como el excéntrico Cyril Connolly. Y fin de la vida, cierre del ciclo, siempre es así, el de las personas comunes, y el de los grandes artistas, otras ficciones no han de tener lugar. La vida de los autores queda cerrada con su muerte y a la luz del final se comprende el principio (Eliot). Por otro lado, no olvidemos que el camino de Zóbel fue de artista coherente, sometido a semejantes constantes, con esa fuerte impronta. Por ejemplo, en el otoño de 1954 pinta el río Charles, en Boston, sabemos que concluyó sus días pintando desde la mirada hacia la naturaleza y otros ríos conquenses. El aspecto cambiante de la naturaleza, casi inapresable como si fuese metáfora del transcurrir del tiempo, fue uno de los temas pictóricos que le acompañará en su vida. También su preocupación por lo escritural, el signo elevado sobre el blanco, sus Saetas, embate de blanco y negro, volverían al final, pues la presencia de una fuerte trama dibujada fue también constante.

"La naturaleza, la impresión que recuerda sobre lo que ha visto, es uno de los puntos de partida de la obra zobeliana, en lo que coincide con buena parte de los pintores vinculados a la poética de Cuenca: Rueda, Sempere, Torner"

Considerando la trascendencia de la figura de Zóbel como arquitecto impulsor de la generación abstracta española, ha sido inaugurada recientemente en la Galería José de la Mano en Madrid la muestra New Images from Spain que trata sobre la figura de Margit Rowell y la presencia del arte español de los ochenta en el Guggenheim de Nueva York. ¿Qué asignaturas pendientes quedan todavía para el reconocimiento de la importancia de Cuenca como referente histórico en el panorama del arte internacional?

Margit Rowell visitó algunas ciudades españolas, buscando el pulso del arte de aquel tiempo: Madrid, Barcelona, Valencia y Cuenca y su museo abstracto. Pensé hace años, y sigo manteniendo el término, que aquel fue nuestro primer museo democrático, lo menciono con frecuencia, a sabiendas de que nuestro verdadero museo, el Reina Sofía, nació con timidez en los años noventa. Al cabo, el de Cuenca, temprano museo de arte contemporáneo en aquel tiempo de cardo y ceniza (son palabras de Antonio Saura), fue capaz de reunir a artistas informalistas y abstractos líricos. Geómetras con furibundos tachistas. Consagrados con artistas jóvenes: fue un museo hecho por y para artistas en el que la edición gráfica accesible, las publicaciones y ediciones varias, fue también un punto capital. Para la formación de quienes escribimos y pensamos sobre el arte contemporáneo, Zóbel y su museo fueron capitales, su existencia y legado nos constituyen, pues no olvidemos que ejerció una notoria influencia sobre el mundo de los pintores de su generación, mas también sobre las jóvenes generaciones críticas, incluso -veo ahora- sobre las que llegaran en este futuro que es ahora. La aventura conquense, la poética de Cuenca, lo he llamado, son una actitud, ejemplo, vida y pensar hiperconcentrado en el arte, inseparables el transcurrir de los días con la creación, fue modelo para nosotros. Tengo a mano una cita de Cumbres borrascosas: “He soñado en mi vida sueños que han permanecido junto a mí desde siempre, y que cambiaron mis ideas; me han atravesado una y otra vez, como el vino al agua, y alteraron el color de mi mente”. Aquel museo fue generador de sueños que cambiaron las ideas, atravesándonos una y otra vez, alterando el color de nuestra mente. También he anotado estos días unas palabras de Juan Ramón Jiménez, otra de las querencias de Zóbel, para añadir que mejor una vida plena de preguntas, en la inteligencia, que en un estupefaciente sosiego.