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“La pintura desvela la tensión del mundo”

El cineasta y profesor en Bellas Artes, Ignacio Oliva, muestra su otra faceta artística en la Fundación Antonio Pérez
“La pintura desvela la  tensión del mundo”
Fotos: Saúl García
22/06/2019 - Gorka Díez

El cine es parte fundamental de la trayectoria de Ignacio Oliva (Murcia, 1963). Desde 1989 imparte Guion y Dirección e Historia del Cine en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca y en breve terminará su segundo largometraje, Hereje, un filme ambientado en el antiguo Egipto que narra los últimos años de Ajenatón y de la reina Nefertiti y sucederá a La rosa de nadie (2011). Pero lo primero fue la pintura, en la que se adentró hace más de treinta años, una actividad “irrenunciable” que le permite “dejarme arrastrar de una forma fundamentalmente intuitiva” y sin la “planificación y medición” que exige el rodaje de una película o la escritura de un guion. Una faceta de la que hasta finales de junio expone dos series de óleos en torno a la naturaleza y la memoria tituladas Conversación en la montaña y Los papeles del Mar Rojo que se pueden contemplar en la Fundación Antonio Pérez de la capital.

Conversación en la montaña, explica, es una serie inspirada en el encuentro que el poeta Paul Celan y el filósofo Martin Heiddeger mantuvieron en 1967 en la cabaña de Heiddeger en la Selva Negra, encuentro abordado con anterioridad en un guion cinematográfico que nunca rodó. En ella propone una reflexión sobre la mirada en el transcurso de un recorrido impresionista por la naturaleza entre radicheta, martagón o siempreviva con guiños a la literatura, como la novela Todas las sangres, del peruano José María Arguedas, uno de sus autores de cabecera.

Los papeles del Mar Rojo, por su parte, la forman una treintena de pequeños óleos sobre papel, en este caso inspirados en el proceso de documentación de su filme Hereje, cuya inmersión histórica en el antiguo Egipto ha trasladado a una pintura donde se pueden adivinar ruinas sumergidas, escrituras remotas, ciudades perdidas o templos ardiendo.

P.- ¿De dónde nace tu afición por la pintura?

Mi padre era pintor y me llevaba a su estudio muchas tardes y me ponía a pintar a su lado. Luego estudié Bellas Artes en los años ochenta y tuve una formación más conceptual y técnica. En aquellos años también copié por mi cuenta a los grandes maestros del pasado como Velázquez o El Greco, lo que me sirvió para pensar el espacio y la representación, algo que luego ha sido muy importante también en mi trabajo como cineasta.

p.- ¿Cómo se conjugan en ti la pintura y el cine?

La pintura es una experiencia directa y llena los largos periodos a los que me obliga el cine. Cada cuadro es una batalla y hasta que no se libra no sé que lo he acabado. Pasa lo mismo con una película, que sin embargo es un proceso mucho más largo y en el que participa mucha gente. El cine y la pintura son para mí dos caras de una misma moneda, tareas indivisibles que llevo haciendo de un modo simultáneo desde hace muchos años.

P.- La figura del cineasta pintor no es muy frecuente...

Hay algunos ejemplos: Eisenstein, Lynch, Greenaway, Kurosawa o Antonioni, y más recientemente Salle o Schnabel. Aunque me identifico más con Kiarostami, que estudió Bellas Artes en Teherán y era fotógrafo más que pintor. También podríamos considerar pintores a Murnau -del que Rohmer dijo que era el Rafael sin manos- a Bresson, Dreyer, Ozu o Ford, cuyos planos largos les conectan con la pintura, del mismo modo que podemos encontrar un cierto efecto ficción en Las Meninas, como señaló Foucault.

"Pintar para mí es una necesidad y una experiencia fundamentalmente intuitiva: no tengo planes establecidos cuando empiezo un cuadro"
“La pintura desvela la  tensión del mundo”

P.- ¿Qué es la pintura para ti?

Pintar para mí es una necesidad, un oficio que requiere mucha energía y una experiencia fundamentalmente intuitiva. En cierto modo es una revelación porque no tengo planes establecidos cuando empiezo a pintar un cuadro. Para mí el tema de la pintura es la pintura misma. Estoy de acuerdo con Godard cuando dijo que Cezanne no pensaba: “Voy a pintar una manzana”. Se ponía a pintar y después pensaba: “He pintado una manzana”. Derain dijo que pintar es penetrar la realidad. La pintura no cuenta nada, no participa de ningún relato, se basta a sí misma. El arte no tiene nada que ver con la comunicación, como señaló Deleuze. La pintura trabaja, como el cine, para desvelar la tensión oculta del mundo, de las cosas, según mencionó Fellini.

¿Cómo te sitúas dentro del arte contemporáneo?

Creo que el arte contemporáneo se ha convertido en una actividad tan amplia y diversa que muchas cosas tienen poco que ver con otras. Como la vida, el arte contemporáneo es un gran ecosistema en el que viven muchos seres sobre los que es imposible generalizar. En ese contexto tan complejo, trabajo con humildad y con un gran compromiso. Mi pintura habla inevitablemente del mundo en que vivo. Esta exposición pone en primer término a la naturaleza y la memoria en el contexto poético, dos termas que tienen mucho que ver con la tensión del presente. Hay en mí rasgos del pintor impresionista y del expresionista abstracto, como también del pintor zen, en cuanto a la expresión del mundo interior.

“La pintura desvela la  tensión del mundo”