DIPUTACIÓN FERIA DEL LIBRO
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"Es un poco triste ver la casa vacía de palabras"

Nostalgia por el pasado en Castejón junto a sus padres y hermanos y preocupación por quienes no tienen nada asoman en los poemas ‘Olor a paraíso’, de Marisol Perales
Fotos: Gorka Díez
08/06/2018 - Gorka Díez

Tras toda una vida dedicada al magisterio, la poesía infantil y las letras de canciones, Marisol Perales, autora de clásicos de la música infantil que popularizaron Enrique y Ana y Parchís como ‘La gallina Co-Co-Ua’ o ‘Érase una vez el hombre’, publica su primer libro de poemas para adultos, ‘Olor a paraíso’, editado por la Diputación y presentado en la pasada feria del libro Cuenca Lee. Los recuerdos de su infancia en Castejón junto a sus padres y hermanos, pero también detalles de la vida cotidiana en Madrid, marcan una temática donde asoman la nostalgia y la preocupación por los económicamente excluidos.

¿Cómo surge ‘Olor a paraíso’?

Aunque he sido profesora 35 años y siempre me he dedicado a los niños, que han sido mi pasión y para los que he compuesto poesías de vez en cuando, también he hecho poemas de adultos cuando se me ha ocurrido una idea. Así que ya tenía para hacer un libro de poemas. Me hablaron de que en la Diputación editaban libros y me hacía mucha ilusión publicar aquí, porque es mi tierra, donde nací y estudié.

¿Y qué incluye el libro?

Son varios poemas. Generalmente soy una persona emotiva y escribo sobre las emociones, los sentimientos, los recuerdos. También soy muy observadora y escribo sobre cosas que veo. El título, ‘Olor a paraíso’, lo tenía pensado desde siempre, lo que tiene una explicación: en Castejón vivía en la primera casa al entrar al pueblo, mi patio da al campo y toda la ladera que pasa por debajo está llena de paraísos. Es un olor que desde niña me ha marcado mucho. Cuando íbamos allí en verano, sobre todo en primavera, mis hermanos y yo jugábamos mucho en el patio y nos emocionaba el olor a paraíso que entraba hasta dentro de la casa, por las ventanas. A la Diputación le gustó mucho el nombre porque les sugirió muchos pueblos de Cuenca que tienen paraísos. Así se llama también el primer poema, donde describo un poco donde nací. “Yo nací allí / en un pueblo de Cuenca / con campanas de iglesia / y olor a paraíso”. El segundo, ‘Esta casa grande’, habla también de mi casa. Y hay también poemas dedicados a mis hijos, a personas a las que quiero, de amor y de desamor, muchos también de la vida cotidiana y de las cosas que veo cada día por la calle: de un mendigo que vive en unos soportales al que veo pidiendo, de un colombiano que toca un instrumento en la Avenida de América y, cuando lo veo en el metro, me paro y a veces le doy unas monedas porque me agrada mucho su música y sus canciones. Tengo también otro que se llama ‘Flores en la farola’, sobre una chica que pide limosna en un semáforo…

Así que hay mucho poema digamos social o preocupado por la crítica situación económica de algunas personas…

Sí, esa es mi poesía, un poco social, porque me preocupa mucho. ‘Me duele’ es por ejemplo un poema que explica mis sentimientos por todo lo que me duele: los fracasos, las madrugadas, el frío, los reproches, los olvidos… En el próximo libro, que tengo casi terminado, me afianzo aún más en la poesía social. No es denuncia, pero sí decir para que la gente se pare un poco a pensar.

La tuya es una poesía sencilla, no enrevesada, que se entiende…

Sí. Hace muchos años empecé a ir a talleres, porque me gustaba la poesía y quería saber escribir, porque no es fácil. Empecé haciendo la poesía con rima, que es como la sigo haciendo cuando es para niños, pero leo mucho y a veces leo poemas que no entiendo, al final de cuya lectura me puedo imaginar algo, pero no. Mi poesía es sencilla, como yo. Es una poesía que la lees y la entiendes perfectamente. Aunque también me gusta que detrás del celofán de las palabras se escondan los mensajes que quiero dar.

¿Hay cierta influencia de la poesía de Gloria Fuertes, que también escribió letras de canciones y poesía tanto infantil como para adultos con palabras muy sencillas?

La poesía de Gloria Fuertes ha sido mi compañera desde los 25 años, cuando empecé a trabajar. Ella ya tenía algún libro y mi clase estaba llena de Gloria Fuertes, con cuyos poemas trabajé mucho. Me gusta mucho su poesía porque es una poesía sencilla. Pero, aunque me influyó, también en mi vida y en mi forma de ver las cosas, yo no quería ser Gloria Fuertes. He luchado mucho por no imitarla y para no parecerme porque cada uno tiene que tener su propia identidad y yo quiero ser yo. He tardado mucho en conseguirlo, porque esto es muy difícil, pero ya sé que tengo mi verdadero camino, lo que quiero hacer.

La poesía infantil es una buena manera de intentar que los pequeños se enganchen a la lectura…

Sí. Yo pienso que la poesía infantil tiene mucho valor. Yo casi todo lo he descubierto porque he estado muchos años con niños, diez años en Infantil y 25 en Primaria. A los pequeños, de cuatro años, hay que enseñarles hábitos: que se abrochen los botones, que se aten los zapatos... Y el aprendizaje a veces es difícil. Lo más importante en los niños es la motivación: si no aprenden es porque tú no les motivas. Una tarde me quedé en la clase pensando qué haría yo para que se ataran los botones, porque llevaban los babis desabrochados, y la directora me decía: “Marisol, que ya llevamos un mes de clase y no se abrochan”. Aquello me molestó un poco e hice el primer poema para los niños, el del botón y el ojal. Pensé ponerle una música, porque la música es también un cauce para los aprendizajes, y le puse la de ‘Debajo un botón ton ton’. Así fue como empecé a escribir: “Un día el señor botón / se encontró con un ojal / buenos días, buenos días, / tan solito, ¿dónde vas? / Los dos se hicieron amigos / y se fueron a jugar / y el botón, muy despacito, / se metió por el ojal”. Después de unos días los niños ya se abrochaban el babi porque habían desarrollado la atención, y estaban muy atentos cuando yo les cantaba la canción, que luego cantaban ellos. Ahí pensé que la poesía era un instrumento muy válido para los aprendizajes. Despierta la atención, la observación… Y, por eso, me dediqué a hacer poesía para los niños.

Como maestra descubrí que la poesía es un instrumento muy válido para los aprendizajes. Despierta la atención y la observación

Por lo que más se te conoce es por las letras de canciones para Enrique y Ana y Parchís, como ‘Quería un gato negro’, ‘La gallina Co-Co-Ua’ o ‘Érase una vez el hombre’…

Vi que en una editorial pedían letristas, porque yo música no hago, así que fui allí y me hicieron como un pequeño examen y me dijeron que les hiciera una letra sobre una gallina. Al principio me asusté pero pensé: algo me saldrá. Me acordé de las gallinas de mi abuela, en el pueblo. Hice entonces el ‘Co-Co-Ua’ y este recorrió el mundo y todavía recibo, aunque poco, derechos de autores de esta letra, del ‘Gato negro’, de ‘Baila con el Hula-Hoop’…. Era como un divertimento para mí. Me hacía ilusión que se publicaran, ver los discos. Y también hice canciones para adultos: Paolo Salvatore, Yuri, Massiel. Y una letra para José Luis Perales.

Las canciones infantiles, si se escuchan ahora, más de treinta años después, se mantienen muy actuales…

Sí. Ahora voy a colegios dos o tres días a la semana para hacer actividades de animación a la lectura y cuando ponemos la canción de la gallina en Youtube, algunos se la saben porque la han escuchado o se la ha cantado su mamá. Es algo que me hace ilusión, saber que esa canción no se ha perdido. Son canciones que han recorrido el mundo.

Para José Luis Perales compusiste ‘Mientras duermen los niños’, aunque siendo tu hermano a lo mejor le podías haber compuesto alguna más…

Es que José Luis siempre ha querido hacer sus canciones. No hay ningún autor que le haya hecho ninguna canción. La única es la mía. Podía haberle hecho alguna más, pero como él compone tanto, le sobran las canciones y tiene tanta creatividad… Aquella canción la hice porque estábamos en Castejón y él había hecho una de esas músicas que se te atascan un poco y no te sale la letra. La presentó a la discográfica, le gustó a esta y la grabaron. Y, para mí, claro, es un orgullo estar ahí (ríe).

Hablaréis mucho tu hermano y tú sobre la composición de letras, sobre todo en aquellos años…

Sí, y ahora también, porque vivimos cerca y nos vemos todas las semanas. Aunque a José Luis la fama le ha llevado muy lejos, es una persona sencilla, amable, familiar… Un encanto. Los hermanos no hemos perdido la cercanía por ser él famoso. Él vive de la música pero no es un divo para nada. Tenemos una relación entrañable. Si no llama uno, llama el otro. Y a veces sí que me comenta si me gusta uno u otro tema que tiene.

¿Qué relación tienes ahora con Castejón? ¿Vas de vez en cuando?

He ido mucho cuando vivían mis padres. Entonces iba muchos fines de semana, las vacaciones… También cuando murió mi padre. Pero ya al morir mi madre iba menos porque me daba mucha pena. El último poema que tengo habla precisamente de eso, de volver a mi casa y ver que no tengo a nadie. La casa de mis padres ahora es mía y debería ir más, pero voy poco, aunque todo lo que puedo: en verano, por lo menos un mes, también en Semana Santa… Y algún viaje también para ver cómo está la casa, porque la tengo que cuidar y conservar. Para mí es una casa entrañable aunque eche de menos a mis abuelos, a mis padres. Es un poco triste ver cómo la casa se queda vacía de palabras.

Tiene que ser un sitio tranquilo...

Sí, hay muchísima tranquilidad… Además, mi casa da al campo y, a la hora de la siesta, me tumbo en la tumbona en el patio, ves el campo… Es una paz la que hay en esa casa, en esa tierra, que es algo que no tiene precio. Una maravilla.