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Micología

Un boletus de más de un kilo, y en enero

El ejemplar lo encontraba este sábado un vecino de Arcas en un paraje de esta localidad, donde ha recogido seis kilos del preciado hongo, algo inusual en esta época
Foto cedida por Santiago Bellido
22/01/2023 - C.I.P.

Más de 1,1 kilo. Es el peso del extraordinario ejemplar de boletus pinophilus, o boletus pinícola, que un vecino de Arcas encontraba este sábado en un paraje de la localidad conquense. Su impresionante tamaño no es lo más extraño, señala Santiago Bellido Sánchez, sino las fechas.

La temporada del boletus se extiende desde la primavera al otoño, fundamentalmente en esta última estación, pero en pleno invierno, y a últimos de enero no es habitual y menos aún en una cota que no alcanza los 1.000 metros de altitud, como es en este caso.

El extraordinario ejemplar que Santiago Bellido y su hijo Lucas hallaba este sábado cuando realizaba uno de sus habituales paseos por el campo no es el único que encontraron. La ‘caza’ en la zona de La Atalaya resultó muy fructífera, tanto que se llevaron a casa unos 6 kg de este preciado hongo.

 “En 20 años que llevo cogiendo setas nunca me he encontrado con algo así. Sin duda es algo muy extraño y el resultado de una clara evidencia de que algo está cambiando”, añade Bellido.

El boletus no tolera el frío y aunque es verdad que en lo que llevamos de invierno las temperaturas han sido muy suaves – a excepción de los últimos días– sí han bajado de los ocho grados que como mínimo necesita el boletus pinícola para desarrollarse.

Al estar en una zona arbolada la protección contra el frío es mayor. Aún así, encontrar ejemplares y de forma tan abundante a estas alturas es algo más que extraordinario.

En Cuenca, el boletus pinícola, uno de los más codiciados por los amantes de la micología y muy apreciado en la cocina no es fácil de encontrar más allá de la Serranía. De hecho, Santiago Bellido asegura que hace cuatro años que no cogía ninguno en la zona de Arcas.

Encontrar seis kilos y un ejemplar gigantesco a finales de enero “ha sido toda una sorpresa. A mi hijo Lucas, que tiene ocho años y desde los 4 es muy aficionado a la micología, se le saltaban las lágrimas de emoción”, señala.