Salud para todos

Nadie podría pensar en el mes de marzo lo que se nos venía encima. Cuando se inició la crisis sanitaria, que arrastramos ya demasiado tiempo, la mayoría de los ciudadanos españoles, unas veces por la información errónea y dispersa, y otras por la excesiva frivolidad con la que asumimos el problema, no imaginábamos que nueve meses después seguiríamos luchando contra algo tan desconocido como brutal.

En este periodo tan largo de tiempo, nos hemos acostumbrado a utilizar una serie de vocablos incomprensibles para la mayoría y difíciles de asumir por la gravedad de los hechos acaecidos.

Así se han incorporado a nuestro lenguaje cotidiano y coloquial términos especializados como, pandemia, cepa, curva de contagio y siglas como OMS, EPI’s, SARS y MERS. Todo ello muy usado en ámbitos científicos y médico-sanitarios pero poco frecuente en el lenguaje de la calle.

Añadimos además el concepto de “distancia social” para evitar “la propagación comunitaria” y aprendimos a la fuerza lo que es un “estado de alarma por emergencia de salud pública a causa de un brote pandémico”. Cambiamos el “encerrarse en casa” por estar “confinados” e incluso pasamos el virus sin enterarnos porque, dicen los expertos, que somos “asintomáticos”.

El nombre COVID-19 proviene del acrónimo del inglés: coronavirus-disease-19, nada que ver con la ocurrencia de la señora Ayuso, en un momento de lucidez intelectual a la que nos tiene acostumbrados, en el que hábilmente dedujo que la ‘D’ era de diciembre. Hemos de reconocer, que sus conclusiones ayudaron en su momento a recordarlo. De una forma u otra, aquí se ha quedado la palabreja, conviviendo nosotros durante tanto tiempo, que a todos nos parece natural mencionarla.

Son varios los estados por los que hemos pasado desde que comenzara esta crisis: primero desinformación e incredulidad; después, preocupación y miedo.

Nos han pedido responsabilidad y cumplimiento de las normas indicadas por las autoridades sanitarias y las hemos aceptado, cada cual con el grado de compromiso que ha considerado. Prueba de ello, es que, a veces, las normas han tenido que endurecerse para que, los más reticentes, llegasen a comprender la gravedad del asunto y que el incumplimiento podría ser de consecuencias fatales.

Todas las festividades y eventos de índole variada han sido suspendidas para evitar aglomeraciones y concentraciones masivas, lo que ha provocado, entre otras cosas, una gran crisis económica de magnitud, hasta ahora, desconocida en nuestro país.

Nos dicta la situación una nueva forma de vivir y relacionarnos que quizá pueda quedarse por mucho tiempo más. Laboral y socialmente ha revolucionado nuestras rutinas y costumbres, pero sobre todo, nos ha obligado a ser más responsables.

Desgraciadamente, la verdadera y triste realidad, es que la más fatídica consecuencia ha sido la pérdida de miles de vidas. A todos nos ha tocado perder seres queridos, ya sean familiares directos, conocidos, compañeros o amigos. Si algo hemos aprendido de todo esto, es que la respuesta de muchos profesionales ha sido ejemplar y se ha podido comprobar que, a pesar de las múltiples dificultades de todo tipo, han llegado más allá de lo que podríamos imaginar.

No obstante y a pesar de todo lo vivido, desgraciadamente, todavía quedan personas que cuestionan las evidencias, se embarcan en una cruzada de descrédito a los expertos, se convierten en anti-todo difunden mensajes de confusión y negando la mayor…. ¿Qué le vamos hacer? como decía el torero, “hay gente pa’ to’”.

Estas navidades seamos un poco más responsables y podremos evitar que pasadas estas entrañables fechas, de marcado carácter familiar, nos lleven a situaciones más críticas y duras como las que ya hemos pasado, a veces, por adelantar desescaladas y des-confinamientos.

Lo dicho: Salud para todos.