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Antonio Santos
15/05/2023

Y por fin el fin

Va a haber tiempo para hablar de la campaña electoral; a mí ya se me está haciendo larga como una tarde entera viendo Sálvame con el volumen al 12.  Así que vamos con ello, porque, este mes, después de más de mil años —o eso me ha parecido a mí—, desaparece Sálvame de las pantallas.  Cuando yo empecé a dar clase, todos los alumnos sabían qué era Sálvame; y muchos de ellos se pasaban la tarde entera frente a la caja tonta; más tonta que nunca. Ahora, sin embargo, cuando, en un periodo de distensión, intentas colar un chiste sobre el programa, se pierde en el silencio de la indiferencia.  Nadie lo entiende.  Saben qué es pero no les dice nada.  Para ellos es solo algo casposo para viejos; como los toros, la película del oeste o un disco de Bertín Osborne.   Pero no es Sálvame, es la televisión.  No solo para informarse, sino como entretenimiento, hace mucho que se ha desconectado de las nuevas generaciones.  La solución que tiene Mediaset para esto se llama Ana Rosa.  Así lo he leído en todos los medios, sin desvelarme gran cosa; porque digas donde digas Juan Ramón, si no hay apellido, es el mogureño, el del Nobel.  Pero no sé por qué tengo que saber quién leches es Ana Rosa.  Solo sé de ella, cosa que dice mucho de su persona y el futuro de la tele, que es del gusto de Jiménez Losantos.