Ocho años "esperando" el ATC
Ocho años se cumplirán a finales de este mes de la decisión unilateral del Consejo de Ministros del Gobierno central, en 2011 en manos del Partido Popular, de ubicar en la localidad conquense de Villar de Cañas el denominado Almacén Temporal Centralizado (ATC), popularmente conocido como cementerio nuclear. El hecho de que, pese al tiempo transcurrido, la infraestructura no se haya convertido en una irreperable realidad es, en nuestra opinión, una muy buena noticia para la provincia, que por muchas inversiones que fuera a recibir a cambio de convertirse en el vertedero nuclear de España –en torno a 6 millones de euros anuales, según se apuntó en su día– iba a quedar hipotecada durante miles de años, pues al albergar toneladas radiactivas el riesgo de que se produjera una fuga siempre iba a estar ahí, a lo que habría que añadir el daño que una planta de estas características haría a la marca Cuenca, donde tan importante son los productos agroalimentarios, la naturaleza o la cultura, en las antípodas de todo cuanto suene a residuos nucleares y emisiones radiactivas.
Con el PSOE en el gobierno, afortunadamente las obras de esta polémica infraestructura quedaron paralizadas en el verano de 2018. Y el hecho de que haya informes que cuestionen la idoneidad de los terrenos y la planta cuente con la firme oposición del Gobierno de Castilla-La Mancha hace pensar en que difícilmente pueda retomarse y hacerse realidad. Sin embargo, su marcha atrás tampoco está garantizada, así que no conviene relajarse: falta que se tome una decisión definitiva. Además, en el caso de que el Gobierno certifique la necesidad de construir un almacén en el que depositar todos esos residuos nucleares que, a fin de cuentas, en algún sitio habrá que depositar, alguna ubicación habrá que elegir. Ninguna será del gusto de al menos la gran mayoría de sus vecinos (que levante la mano quien quiera que le construyan un cementerio nuclear a las puertas de su casa salvo que sea a cambio de vender esa casa a precio de oro y poder marcharse con las maletas a otra parte) pero a Cuenca podría afectarle todavía más negativamente al tratarse de una provincia cuesta abajo y despoblada, que lo que necesita urgentemente es otro tipo de inversiones, a poder ser relacionadas con las energías renovables, la naturaleza, la cultura, el patrimonio, la agricultura, la ganadería ecológica o las nuevas tecnologías.
En este contexto, llega en un buen momento a nuestras pantallas el primer documental que ahonda en la decisión del gobierno de instalar el ATC en Villar de Cañas a la vez que indaga en la historia de la energía nuclear en nuestro país y en otros del entorno, con catástrofes como las tan sonadas de Chernóbil y Fukushima. Es cierto que el filme, de nombre El regalo, parte de la discrepancia con su instalación, lo que impide que sea un documental plenamente objetivo, pero tampoco es que sea subjetivo advertir de las consecuencias fatales que para nuestra provincia podría acarrear la construcción de algo así: es una cuestión de mera lógica.
El regalo llega además de la mano de dos reconocidos profesionales de la provincia como son Sebastián Martín y Edu Soto, este último director del todavía reciente cortometraje, relacionado con el mismo tema, La fuga.
Que el filme recorra buena parte del mundo a través de festivales permitirá que fuera de España también se conozca eso que determinados representantes políticos a punto estuvieron de llevar a cabo en nuestra provincia sin contar con el sentir colectivo ni medir unas consecuencias que podrían haber supuesto el tiro de gracia a nuestro porvenir.
