Malos tiempos para buenas noticias

Eran tiempos duros aunque el recuerdo los tiña ahora de rosa. El hombre del saco había pasado de moda, así que los mayores de los ochenta tuvieron que encontrar nuevos villanos para mantener el exceso de confianza de los niños a raya. De este modo, no importa lo que hicieses en el pueblo, siempre aparecía un abuelo de detrás de una cortina para avisarte de que se lo iba a contar a los guardias.

De la misma manera, en la puerta de todos los colegios de nuestro país, había hombres misteriosos que regalaban caramelos con droga —unas décadas después todos sabemos que era cierto; esa droga se llamaba azúcar—. Y, si ibas a la playa, era peor todavía: Cuidado con andar descalzo porque los yonquis con sus uniformes de tactel enterraban jeringuillas, infectadas de sida, con la aguja hacia arriba.  

Parece que ya no nos acordamos pero el sida era una de las grandes preocupaciones de no hace tantos años. Nos ha dejado muchos muertos, familias destrozadas, un par de buenas películas y un dedo tan acusador como falso hacia homosexuales y drogadictos.  

Algunos siguen pensando que todo es lo mismo. Hoy leo que una mujer de Barcelona ha llegado a la curación funcional del virus.  Durante muchos años todos los periodistas soñaban con dar dos noticias: El fin de ETA y la curación del sida. Hoy la noticia habrá pasado desapercibida para muchos. Hoy muchos no se han enterado aún de que ETA desapareció.