Libertad:1; Casado:0
Acertó quien sugería la similitud entre lo que está ocurriendo en el PP y el contenido del cuadro de Goya titulado “La riña a garrotazos”. En esta obra del pintor aragonés perteneciente a la serie de sus pinturas negras y que hoy puede verse en el Museo del Prado, dos hombres mal encarados y sumergidas sus piernas en barro se golpean con saña.
No sabemos por qué lo hacen ni cual fue el resultado de su pelea, pero podemos sospechar que los dos salieron mal parados y sabemos que al concluir su pugna ambos terminaron cubiertos de sangre y barro. El arte mayor, el verdadero arte nacido de la mente de un genio relata la realidad y prefigura el futuro. Y ese debería ser también el objetivo del arte de la política. Aunque ¿quién piensa en ello?
Y quién podría ahora pintar lo que de verdad está ocurriendo en los intestinos de un partido político creado para unir a las derechas españolas y que hoy se desangra a base no solo fruto de sus errores en la apreciación de la realidad de España, no solo en su errático proceder en los grandes temas que enfrenta la sociedad española, de complejidad creciente, no solo en la incoherencia flagrante del uso de los poderes de sus líderes nacionales y regionales a la hora de convocar elecciones de acuerdo más con sus intereses partidistas que atendiendo al interés general, no solo con sus adversas sentencias judiciales en un tema tan sensible como es la corrupción o sus sonados fracasos en sus labores de oposición aquí y en Europa, sino que ahora desentierra una panoplia de armas (nucleares según Aznar) para lanzarse a degüello unos contra otros.
Se habla de que no hay diferencias ideológicas entre unos y otros. Pero las hay. Y desde luego existen claras distancias estratégicas. La principal de ellas es el modo de relacionarse con la extrema derecha. El modo en que la ven. La manera en la que deben establecer acuerdos con un partido que, nacido de su seno, se está convirtiendo en el sumidero de sus votos huidos.
En un escenario cambiante hoy la señora Ayuso, identificada como símbolo de la Libertad, transmutada en víctima de una conspiración, ha ganado la batalla. Hábil táctica pues ya sabemos que este es un pueblo que aplaude al torero corneado que es retirado camino de la enfermería da la que saldrá rehabilitado. Pero debemos recordar que, de igual modo, aplaude al toro bravo en el arrastre. Somos así: apasionados… hasta que el tiempo (Cronos) coloca a cada uno en su lugar tras permitir un análisis sereno y riguroso.
Por cierto al tiempo también dedicó Goya otra pintura de su serie negra. Su título: “Saturno devora a su hijo”.
Saturno fue el trasunto en la mitología romana del Cronos griego, poderosa deidad del Olimpo y del que su leyenda dice que iba devorando a sus hijos cuando nacían para evitar que conspiraran para arrebatarle el poder. Y entre las veladuras de las pinturas que ahora se perfilan en el principal partido de la derecha (de momento) la sombra de un Rodríguez, muñidor por excelencia.
Hoy el Partido, poder en estado puro, ha devorado a uno de sus hijos. ¿Lo ha convertido en víctima también?
¿Cuánto tardará en hacer lo propio con quienes parecen haber ganado las batalla? Hay partido todavía y la pelota sigue en el tejado. Y como árbitro se perfila un partido nacido de sus propias entrañas y que añora los tiempos en que la libertad estaba secuestrada.
En fin, alguien dijo, al abandonar la actividad política una frase contundente: todo está en los clásicos. La pregunta es si estamos aprendiendo. Queda dicho.
