¿Y Gibraltar?

Hay veces que te ves enfrascado en una pelea y llega un momento en el que ya no recuerdas cómo empezó todo.   Seguro que sabes a lo que me refiero.  A partir de ese momento, la única razón de ser es continuar el enfrentamiento.  En el caso de las familias, esto puede hasta heredarse de padres a hijos.  En lo personal puede causar situaciones ridículas, como toda reducción al absurdo; pero, si lo elevamos, se convierte en auténticos dramas.   Hay conflictos enquistados, de esos que recuerdas de toda la vida, que no acabas de saber bien de dónde vienen y no tienen fin para ti, porque perdiste su rumbo.    No es justo meterlo todo en el mismo saco, pero ahí están Palestina, los Balcanes o el conflicto del pueblo saharaui.  No vale escudarse en la doble moral del vecino; sin ambages: lo que ha planteado el gobierno español es indigno, vergonzoso, sonrojante… cuando menos.   Porque, aunque ya no lo recordemos, aunque la culpa fuese de un dictador; España es responsable.   Se debería haber acabado con el conflicto hace mucho, pero no de esta manera.   Ahí podría haber oposición de verdad si hubiese oposición.  Parece que todo presidente de «izquierdas» —muy entre comillas— tiene su propia traición al a burguesía.  El Sahara puede ser a Pedro Sánchez lo que el tijeretazo, a Zapatero.