Un espléndido proyecto
Conocíamos su pasión por la lectura y, dentro de ella, por la novela negra, unas aficiones que en su afán por contagiarlas le llevó en su día a propulsar tanto el Club Casas Ahorcadas como esas Jornadas que, bajo ese mismo epígrafe dedicadas a ese género narrativo, cumplían a principios de este mes en el Centro Cultural Aguirre de nuestra capital su ya decimocuarta edición. Mucho menos sin embargo sabíamos del también entusiasta interés de Sergio Vera por los videojuegos, un interés que bien claro ha quedado reflejado en el reportaje firmado por María Valverde en este semanario, un reportaje que no dudo en recomendarles y en el cual se sigue viendo cómo Vera no sólo se entusiasma por esto o aquello sino que de inmediato aspira a transformar ese apasionamiento en iniciativas concretas para los demás más allá del propio disfrute personal. Porque el mayor interés de ese reportaje no radica en la constatación personal de esa su otra afición sino en que volvemos a constatar en él, otra vez, ese rasgo al que acabo de aludir que le caracteriza, el hacer que su disfrute alcance a otros, en este caso a quienes, como a él, les apasionan los videojuegos pero que, también como él desde hace dieciocho años, son invidentes. Una apuesta para conseguir que los integrantes de ese colectivo salten más allá de los audiojuegos a los que hasta ahora parecían tener que limitarse y que se concreta en el proyecto Videociegos que les quiere dar la oportunidad de una inclusión real en ese universo de entretenimiento aumentando y potenciando una socialización real con sus actuales disfrutantes, los disfrutantes con capacidad de visión, porque, y eso es más que importante, no se trata de diseñar juegos exclusivos para invidentes sino de poner en el mercado juegos inclusivos. No debe ser, desde luego, tarea en principio demasiado fácil pero Vera, que ya asesora en ese sentido, como se nos cuenta en el reportaje, a empresas tan significativas de ese mundo como PlayStation o Xbox España, ha aceptado ese reto de fomentar esa inclusión real, un reto que, por otro lado –y hay que suponer que es una baza, una buena baza a jugar para que las empresas lo hagan suyo– puede suponer para ellas una apreciable extensión de su mercado, y un reto que no tiene nada de utópico en cuanto a sus posibilidades reales de concreción en hechos como bien aclara su promotor en ese reportaje cuya lectura vuelvo a recomendarles al señalar algunos de los elementos técnicos y tecnológicos para ello, de los lectores de pantalla a los sistemas de asistencia a la navegación pasando por la sonificación o la utilización de la vibración capaces de hacer que la información visual típica de estos juegos llegue hasta los usuarios invidentes a través de otros canales sensoriales táctiles y sonoros acompañando a, también, una especial atención a su carga y estructura narrativas teniendo en cuenta las características de ese colectivo. Es un proyecto, además, en marcha porque ya echó a andar hace ahora aproximadamente un año –en octubre del pasado 2022– como lo demuestra el que Vera ha tenido todos los meses juegos que probar. Un proyecto para el que vaya desde aquí, desde este modesto rincón opinativo, todo mi aplauso.