Elecciones italianas, ma non troppo.

El pasado domingo se han celebrado las elecciones en Italia y, como sabrán ustedes por la profusión de la noticia, ha ganado la coalición formada por Fratelli d’Italia, La Lega y Forza Italia y, con independencia de las opiniones de cada cual y del devenir de las decisiones que tome el nuevo ejecutivo, porque sabido es “una cosa es predicar (programa y campaña, ex ante) y otra dar trigo (gobernar dadas las conveniencias, circunstancias y presiones, ex post), comparto con ustedes tres cuestiones que me parecen dignas de comentario al margen.

Una: La derecha y la izquierda (destra e sinistra, en este caso) es filosofía pura y no profundizo en las disquisiciones de Hegel, que tienen tela, sino en las interpretaciones de los distintos medios de comunicación, según el color del cristal con que se mira: “La ultraderecha se corona como ideología más votada”, La sexta tv. “La derecha de Meloni vence en Italia”, El Mundo. “Una victoria de la coalición de derechas”. El País. “Los comicios italianos han confirmado el resultado ya vaticinado por las encuestas a pie de urna, que dieron como ganador al bloque al centro-derecha”, ABC.

Dos: Los protagonistas son tres, a saber: Georgia Meloni (melón en italiano) que no ha dudado e aparecer en la campaña electoral con un vídeo en Instagram, donde aparece con dos melones a la altura de su pecho, jugando con su apellido. Piensen que hubiera hecho si en vez de apellidarse “meloni”, se hubiera apellidado “uovo”. Matteo Salvini es un personaje taimado que ha declarado no ser de derechas ni de izquierdas, pero que tiene muy claro que el norte de Italia es próspero y trabajador mientras que el sur es atrasado y dependiente. Veremos cómo reacciona al pasar de capo a comparsa. Y, por último, un personaje que dice ser Silvio Berlusconi y que no sabremos quién es en realidad hasta que no se quite la máscara que lleva, como en el programa de televisión “The Masked Singer”

Tres: Existe una preocupación por el rumbo anti europeísta que va a tomar el nuevo gobierno italiano por el cariz político de la nueva presidenta, pero, sinceramente, a mí no me lo parece tanto, y no porque los mecanismos existentes de control y dirección en la unión europea e instituciones financieras supranacionales no permiten demasiadas veleidades, sino por una razón más prosaica, y es que los gobiernos en Italia duran menos que un pastel a la puerta de un colegio, ya que cambian con tal rapidez que el país funciona teniendo contando con el corto plazo de las decisiones gubernamentales. Es decir, por su cuenta.

Para que se hagan una idea de la situación, les diré que de los setenta gobiernos que ha tenido Italia en menos de ochenta años, el más longevo fue el segundo del citado Berlusconi que duró tres años, diez meses y doce días. ¡equilicuá!