El juicio final
Últimamente ando algo perdido, con los huevos por corbata, porque me he enterado de que el sol se apagará dentro de cinco mil millones de años. Puede parecer una tontería pero me ha entrado un agobio existencial que ni Unamuno en la edad del pavo, y es que estos cinco mil millones de años se me van a hacer larguísimos, como si estuviese conservado en aguasal al igual que el toro Ratón que ha sido disecado por seis mil eurillos. Afortunadamente mi memoria es corta, frágil como un disco duro en manos de María Dolores De Cospedal. A veces pienso que tengo el síndrome de Homer Simpson: necesito olvidar una cosa antigua para recordar otra nueva. Así que con un poco de suerte mañana ya no me acordaré de nada, y las últimas noticas leídas en ABC “Diez curiosidades sobre el pecho femenino que probablemente ignorabas” o la última anécdota de Jonah Falcon, el hombre con el pene más grande del mundo, según el ínclito diario, ocuparán mis pensamientos, pero hoy vivo sin vivir en mí, y es que está claro que el Juicio Final ha comenzado desde el momento en el que Ana Rosa Quintana, inmaculada señora de pluma negra, ha perdido la corona de las mañanas televisivas. Si finalmente cae… ¿podremos vivir cinco mil millones de años sin ella?