Derrumbe
Resulta muy curioso comprobar cómo aparecen improvisados profetas cuando ocurre un suceso de calado o una tragedia importante. Ya pudimos darnos cuenta en las primeras semanas del confinamiento por la pandemia. Como fueron numerosas las “lumbreras” que afirmaron saber de antemano que “esto iba pasar” y que el coronavirus iba a provocar miles de muertos. Eso sí, lo manifestaron a posteriori... Ello nos hace preguntarnos si todos estos ases del pronóstico actuaron de buena fe porque ya podrían haber avisado y se hubieran tomado medidas en todo el mundo.
Algo parecido está ocurriendo ahora con el desplome de una parte del principal acceso entre las Casas Colgadas y el puente San Pablo, en Cuenca, un suceso afortunadamente sin daños personales que ha creado verdadera alarma en la capital y no pocas críticas al Equipo de Gobierno municipal.
Por las redes sociales circulan ya incluso vídeos que muestran grietas y desperfectos en el sufrido pavimento de la calle Canónigos. En los mentideros capitalinos y en las tertulias de bar se cubren de gloria los adivinos y las sibilas que aseguran saber que “esto iba a pasar”. ¡Haber avisado, por Dios!... así los obreros que trabajan en aquel tajo no se hubieran llevado el susto de sus vidas.
El Ayuntamiento está estudiando las causas que han provocado el desplome, por cierto, en el mismo punto por el que empezó a hundirse el antiguo puente San Pablo, como recuerda el historiador conquense, José Luis Muñoz. La fragilidad de esta vía que bajo su firme conserva la tierra de las huertas cercanas con la que se formó en su día, no es nueva, aunque eso no indica que no se hayan podido hacer más cosas, que probablemente sí o haber actuado más rápido, que también, y así reconoce el alcade de la ciudad, que a él mismo le habría gustado en esta y otras actuaciones en las que los trámites administrativos alargan el proceso, aunque también duda de si la agilidad en el inicio de los trabajos de reparación del firme de la calle y sustitución del colector de saneamiento, que es la obra que se estaba acometiendo, habría evitado estos desgraciados acontecimientos o quizá los hubiera empeorado al “tapar en falso” la calle.
Sea como fuere, entendemos que se trata de un accidente. Por mucho que digan los “profetas”, nadie esperaba que el derrumbamiento se produjera y menos que la culpa, si es que la hay como muchos se empeñan, sea sólo de los actuales munícipes, porque no hay que olvidar que han pasado diferentes corporaciones por el ayuntamiento que tampoco habían previsto un desenlace semejante y, si lo hubieran previsto, ahora incurrirían en una inoperancia extremadamente punible.
El problema, a nuestro entender es que la oposición política actual se basa en el acoso y derribo del rival o del gobierno de turno a toda costa. Los intereses políticos se ponen por encima de casi cualquier cosa. Ahora vale todo, desde la simple hipérbole hasta la mentira más descarada. “Difama, que algo queda”, dice el refrán.
En el caso que nos ocupa, resulta cuando menos triste que los partidos que conforman la oposición municipal se hayan lanzado a degüello sobre el Equipo de Gobierno para exigir unas responsabilidades políticas, e incluso penales, que habría que repartir entre muchos y a lo largo de muchos años.
Llegados a este punto nos preguntamos cuál hubiera sido la reacción de los oponentes políticos si hubiera habido víctimas o heridos en el suceso. Hay ocasiones, y ésta es una de ellas en que es necesario que todos nos subamos al mismo tren y viajemos en una misma dirección.