Debajo de los globos está la playa

El domingo pasado, temprano, cuando la ciudad comenzaba a despertar,  estuve en el parque de Titiricuenca.   La zona recreativa para los niños ha estado, primero, en unas condiciones detestables y, después, cerrada durante mucho tiempo. Estamos hablando de otra era, de periodos anteriores a la pandemia.  Finalmente instalaron una cosa decente aunque el domingo era difícil de ver. Lo primero que se veía, por sus colores chillones, eran los globos de agua que alfombraban la citada zona infantil  dibujando un pasillo hasta la fuente ya destrozada.  Me llamó la atención.  Pensé en dónde estarían los padres de los niños responsables.  Pronto lo averigüé.  Estaban comiendo pipas. Si acertabas a retirar la alfombra de globos podías descubrir un mallazo de pipas.  Lanzando la vista más allá se descubría un cerco de pipas rodeando cada banco. 

Nos hemos pasado, ni se sabe el tiempo, quejándonos de la falta de una zona infantil en condiciones y, cuando la tenemos, se utiliza como una pocilga.  Porque, sin ánimo de ofender, no se vislumbraba ni rastro de humanidad en la zona.   Imagino que se ha perdido por completo la idea de lo público; se percibe como algo ajeno que maltratar y destrozar.   No es nada del otro mundo, son nociones básicas de civismo.  Pero claro, en este país se admira a los defraudadores, egoístas y mequetrefes.