Datos para un plan de ciudad
En la recientemente celebrada en la RACAL mesa de debate en torno al ayer y al hoy de la cultura –o de la actividad cultural si ustedes quieren, por ser más preciso– en Cuenca hubo quien, entre los asistentes, dentro de un coloquio abierto que resultó muy participativo, puso sobre el tapete una cuestión que –saltando desde el campo de lo cultural al más ampliamente general– sale de tanto en tanto en la discusión sociopolítica conquense: la existencia o no en nuestra capital provincial de un plan de ciudad –quizá sería mejor decir un planificado y a partir de ahí definido, objetivo de ciudad– como punto de partida desde el que tomar las medidas y establecer los programas de actuación para conseguir tal modelo. Es evidente que, aparte de decidir, con el mayor consenso posible, ese modelo al que aspirar, resulta más que necesario, como primer paso, la adquisición de un conocimiento lo más detallado y profundo posible de la realidad cotidiana de la ciudad. Buena ayuda sin duda para ello –sin dar de lado, por supuesto, la necesidad de abordar tal tarea desde la propia decisión y esfuerzo de nuestras instituciones y del propio compromiso de quienes en ella vivimos– pueden ser, al menos así se lo parece a este articulista desde su condición de mero ciudadano de a pie que no de experto, desde luego, en urbanismo, datos como los que estos días ha hecho públicos Idencity, una empresa multinacional de consultoría especializada en procesos de transformación de ciudades y territorios, en la segunda edición de su Índice de Movilidad Sostenible de las Ciudades de España en el que mide, analiza y evalúa datos de ochenta y dos ciudades de todo el Estado, Cuenca entre ellas. Unos datos que nos dicen cómo, de las seis dimensiones abarcadas por su estudio, aprobamos en dos y suspendemos en las cuatro restantes. Tenemos por ejemplo una buenísima consideración en salud y seguridad, tan buena que nos coloca en el ranking del informe como la cuarta ciudad con mejor valoración tras Santander, Las Palmas de Gran Canaria y Zamora, y aprobamos –es decir, estamos por encima de la media– en lo que se refiere a oferta de servicios de movilidad, un dato este segundo que de inmediato contrasta con el también señalado por el informe de que en cambio no alcanzamos esa media en la demanda de esos servicios de movilidad (a lo que parece se nos ofrece por tanto más de lo que pedimos, cuestión que sin duda nos debería llevar a un inmediato autoexamen de conciencia), como, por otro lado, no alcanzamos tampoco la media ni en estructura física del territorio, ni en gestión y gobernanza, ni en sostenibilidad ambiental. Aparte de estos datos digamos genéricos el informe incluye también otros más detallados referidos, por ejemplo, a nuestra esperanza de vida, a la temperatura de nuestros hogares, a nuestro nivel de ingresos, al, con este último directamente relacionado índice de pobreza existente en nuestra población o, entre otros conceptos, el porcentaje de usuarios de comercio electrónico o el número de viviendas que disponen del servicio de banda ancha. Datos sin duda, a tener en cuenta, piensa uno, cara a ese plan general estratégico que, tras que decidamos qué ciudad queremos conformar, se demandaba el pasado martes en el debate en la Real Academia Conquense.
