Celebración de la no fiesta
La fiesta más participativa de nuestra ciudad es, muy probablemente, San Mateo. Durante cuatro días en septiembre, el emblemático barrio del casco antiguo ve todas y cada una de sus calles y plazas llenas de jóvenes, o no tanto, agrupados en distintas peñas para celebrar la reconquista de la ciudad a los árabes por el rey católico Alfonso VIII.
Actos de carácter oficial, actividades culturales o concursos gastronómicos, entre otras iniciativas conforman un programa variado para el disfrute de numerosos conquenses.
Para muchos participantes lo más importante no es la suelta de vaquillas enmaromadas; desde hace ya algunos años, esta fiesta se ha convertido en un alarde de las peñas en demostrar quién emite más decibelios en sus equipos musicales, qué peña tiene más socios y sobre todo, cuántos litros de alcohol se consumen bajo la justificación festiva de la reconquista. Es cierto que, también en los últimos años, la asociación de peñas se esfuerza en ordenar lo que debería ser una festividad tradicional y, a pesar del empeño que demuestran, no siempre lo consiguen.
La situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19, que sufrimos desde hace algunos meses, ha cambiado el panorama de estas fiestas. Con muy buen criterio el consistorio decidió hace ya meses, tratando de evitar males mayores, suspender cualquier acto o manifestación que pudiera contrariar las normas sanitarias y sociales. Organizaciones, asociación de peñas, grupos empresariales hosteleros e incluso particulares, que tienen algo que decir al respecto, se suman a esta decisión municipal e intentan colaborar para que todo resulte “normal” y se celebre una tradición sin fiesta.
Todo correcto hasta ahí, sin embargo, cuando llega el momento, y se aproximan las fechas, siempre hay alguien que saca el pie del tiesto y piensa que no se puede pasar sin liar la cosa.
Que el ayuntamiento tenga que preparar un plan especial de seguridad para algo que no se va a celebrar y no debería ser motivo de preocupación, indudablemente se convierte en una situación atípica.
Hay personas que deben tener muy mermada su capacidad de entendimiento y pasa por alto las indicaciones rozando la ilegalidad, convocando reuniones al margen de todo y todos, que si bien no se pueden considerar ilegales, si lo son de una gran irresponsabilidad.
Nadie tiene derecho amparado bajo la capa de las tradiciones a poner en peligro la salud de un buen número de personas que se pueden relacionar con quien, sin sentido común, desobedece e incumple las normas.
¿Qué ocurre al día siguiente?
Pues nadie lo sabe, pero seguro que cierta intranquilidad puede crecer en medios laborales o familiares de quien pueda haber sido actor de este esperpento.
Todos tenemos familia, padres, abuelos e hijos que se mueven en diversos ámbitos laborales y sociales y, si no se tiene respeto por uno mismo, se debería hacer por los demás.
Trabajo extra para quienes tienen que tratar de evitar que ocurra lo que nadie quiere y evitemos que tengamos que lamentarnos unos días después.on salud y responsabilidad… ¡VIVA SAN MATEO!
