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Julio Magdalena Calvo
Julio Magdalena Calvo
07/05/2021

Balas sobre Broadway

Como muchos de ustedes recordarán, “Balas sobre Broadway” fue una magnifica película de Woody Allen, rodada en el año 1994 y ganadora de varios importantes premios, incluyendo al Oscar a la mejor actriz secundaria para Dianne Wiest, que junto a John Cusack y Chazz Parmintieri, formaba parte del elenco principal.

En estos días me ha venido a la mente este film, de igual forma que aparecen otros recuerdos de forma inconsciente, motivados por unos estímulos de Pávlov que a veces llegan a través de olores, sabores o sonidos, pongamos por caso, y en esta ocasión se han generado por lo sucedido durante la campaña a las elecciones a la Comunidad de Madrid, por los proyectiles que acompañaban a cartas amenazantes a diversos personajes públicos, enviados por sujetos a los que se les puede tildar de todo menos de mentes perturbadas, porque digo yo, porque esas perturbaciones siempre les impelen a cometer actos violentos contra los demás y no contra sí mismos, con independencia de que les animen a ponerse a limpiar playas o montes, que es mucho más alucinante.

Pero volviendo a la peli, la trama nos lleva hasta los años 20 del paso siglo (¡qué barbaridad, ya estamos en la década del XXI!), cuando un autor consigue financiación de un gánster para llevar al cine una de sus obras, pero a cambio de darle un papel secundario a Olive, su guapa pero incompetente novia. Olive acude a los ensayos con un guardaespaldas que, nada más llegar, se percata de la manifiesta pobreza del guion peliculero y empieza a sugerir cambios para mejorarlo. Ante la evidencia y rotundidad de las sugerencias del guardaespaldas, el autor comienza a dudar de la calidad de la obra hasta tal punto que acaba encargándole que la reescriba.

Siendo ya de por sí grave y determinante lo que he comentado anteriormente referido a las amenazas, rechazables y condenables siempre vengan de donde vengan e incluyendo tanto a ejecutores como a inductores, la película de marras es muy ilustrativa en el sentido de las imposiciones a hacer lo que el que manda, manda; de la otorgación a “deditum” y desarrollo de papeles, puestos o cargos por personas que no han llegado hasta allí por sus méritos y capacidades para los mismos, sino por otros vericuetos que nada tienen que ver con dichas -ni parecidas- cualidades y, sobre todo, por el fracaso de unos proyectos u objetivos que fácilmente se podían prever de difícil logro o, lo que es más pernicioso aún, el empecinamiento que les llevan a querer ignorar su rotundo fracaso y a no rectificar, porque no solo el rectificar es de sabios, que no lo son en absoluto, sino que, además, los equivocados son siempre los otros ¡faltaría más!

Pero la realidad de esta historia es que siendo malo la necedad del que sigue una linde que se demuestra inacabable, lo peor es que la linde termina se ponga como se ponga y, a veces, en un precipicio.

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