ATC
Esta semana hemos conocido una noticia que ha provocado una previsible división de opiniones: el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), y por tanto el Gobierno de Pedro Sánchez, daba carpetazo definitivo al proyecto de construcción del ATC en Villar de Cañas y optaba por la alternativa de dejar la basura nuclear generada por las siete centrales nucleares españolas en habitáculos seguros en cada una de ellas, en los llamados Almacenes Temporales Individualizados. Así se evitaría que estos residuos se quedaran en los lugares en los que se producen, ya de por si estigmatizados, y no tuvieran que viajar por las carreteras, con los problemas tan graves que se podrían crear en caso de accidente. Desde el Ejecutivo ya se adelantaba que tan desagradable carga permanecería a buen recaudo hasta la hipotética construcción de un almacén geológico profundo donde dormirían el sueño de los justos, allá por el año 2070, aunque ya se han escuchado algunas voces que piden que tan complejo y caro proyecto se adelante lo más posible.
La noticia ha sonado a gloria para algunos y ha olido a cuerno quemado para otros. Grupos políticos, ecologistas, plataformas ciudadanas, sindicatos y Gobierno regional han valorado muy positivamente el abandono del proyecto. El PP ha lamentado la posición adoptada por el MITECO. Lo que para los primeros supone un reconocimiento de que el proyecto del ATC era un atentado contra la provincia de Cuenca que daría la puntilla a un área despoblada, los segundos han llegado a calificar de tragedia y de disparate el que no lleguen a la comarca los cientos de millones de euros que pensaban que regarían la comarca como agua de mayo. El propio presidente regional del PP, Paco Núñez, que en su día abominó de un basurero nuclear en su localidad siendo alcalde, criticaba con fuerza la nueva propuesta y denunciaba que no iban a llegar a Villar de Cañas las inversiones prometidas por Emiliano García-Page y que cuando Feijoo ocupe la Moncloa, el ATC se construirá. La respuesta no se ha hecho esperar, desde el Ejecutivo regional hablan de que hay 33 proyectos de energías renovables previstos en la comarca, con 800 millones de euros de inversión y la creación de 8.000 empleos en la construcción y cien estables.
Asistimos pues, nuevamente, a dos concepciones opuestas sobre la conservación del medio ambiente. Unos pretenden preservarlo de tragedias como las de Chernóbil y Fukushima y buscan alternativas verdes para luchar contra el cambio climático, mientras otros prefieren convivir con ese riesgo a cambio de pan para hoy y hambre para mañana, como ya se ha visto en otros territorios donde las centrales nucleares, ni de lejos, crearon la riqueza y el empleo que sus promotores vendieron a bombo y platillo. Porque grandes proyectos como los complejos nucleares atraen a miles de personas durante su construcción, pero una vez acabadas las obras la multitud de obreros de todo tipo desaparece y sólo quedan personal super especializado y el consuelo de las recargas de combustible en periodos muy cortos de contratación, como hemos comprobado en lugares como Trillo o Zorita de los Canes. Asistimos también a una decisión política que podría revertirse si, tras las próximas elecciones, hay un cambio de Gobierno. Una vez más las urnas tendrán la palabra y definirán qué tipo de entorno prefiere la mayoría de los ciudadanos.
