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Julio Magdalena Calvo
Julio Magdalena Calvo
29/11/2017

La Agencia de Medicamentos o ‘La culpa fue del chá, chá, chá’

Cuando se supo que el Brexit iba a obligar a trasladar a la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) fuera de Londres, Barcelona emergió como una de las ciudades favoritas para convertirse en su nueva sede, pero este lunes, ha sido eliminada en la primera ronda de votaciones. Sí, como lo leen, en la primera ronda.

Parece obvio que el viejo axioma “El capital no tiene patria” se ha impuesto una vez más, y las incertidumbres económicas e inseguridades jurídicas, consecuencia del procés catalán, se han cobrado una nueva víctima, aunque sus alienados protagonistas dirán que la culpa la tiene el Gobierno español, los jueces, el 155, un PSOE entregado a la derecha, los quinta columnistas o el chá, chá, chá. ¡Qué más da!

Llevan centurias buscando privilegios con respecto a otras regiones de España, utilizando ora amenazas del tipo “qué me voy”, ora el victimismo “no os quieren”, o el más moderno eslogan “España nos roba”, soflama que ha servido de bandera a los independentistas y que lo utilizan como un disco rayado en cualquier momento u ocasión, venga o no venga a cuento, porque no hay mayor verdad que la que se quiera creer, aunque la realidad de las cifras y de los datos indiquen machaconamente lo contrario, como demuestra el irrefutable hecho de que un total de 2.573 compañías han trasladado su sede social de Cataluña, desde la celebración del referéndum del pasado 1 de octubre.

Pero sus perniciosos efectos no se acaban ahí, sino que se agravan con el aplazamiento de las inversiones que empresas extranjeras tenían previstas realizar y con el descenso de las reservas turísticas y del consumo en general (Efecto Lady Dy) en Cataluña; a lo que hay que añadir el fuerte descenso que los empresarios catalanes ya están notando en la facturación de sus empresas en el resto de España. Freixenet, por ejemplo, ha advertido de la existencia de una campaña que lastra las ventas de sus cavas.

Es precisamente el temor al impacto negativo que dicho boicot puede tener sobre los productos catalanes, lo que ha hecho que surjan voces desde varios estamentos para advertir que, en un mundo globalizado como el actual, su llamada no tiene lógica alguna, ya que no se perjudica localmente a alguien en concreto, sino que se extiende a todos aquellos que participan en la cadena de producción y distribución, y ponen el ejemplo del cava porque “el vidrio y los tapones de las botellas de pueden ser de Málaga, Extremadura o Aragón”.

Estoy totalmente de acuerdo con lo expuesto, pero solo en la parte contratante de la primera parte, que diría Groucho Marx, porque el descenso de consumo de los cavas catalanes está siendo proporcional al incremento de pedidos a otras bodegas de España, lo que puede, además, conllevar un valor añadido a las empresas y a los consumidores al descubrir que el sur también existe y que se puede sustituir el cava catalán de toda la vida por otros de parecida calidad, como, por ejemplo, el que ofrece las Bodegas Cueva en Villanueva de Alcardete y, llegados a este punto, yo me pregunto dónde compran el vidrio y los tapones en este pueblo toledano: ¿En San Sadurní de Noya? Pues eso.

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