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Además de Zóbel

El 27 de agosto de este 2024 que acabamos de estrenar se cumplirán los cien años del nacimiento en Manila de Fernando Zóbel, una de las personalidades que más influencia han tenido ya no sólo en la vida cultural sino incluso socioeconómica de nuestra capital provincial, y la ciudad y sus instituciones, tanto públicas como no, hay que suponer que se aprestan, aunque todavía no tengamos noticia concreta de cómo, a celebrar, cual desde luego parece obligado, tan conmemorativa fecha. Desde el ayuntamiento se ha hablado de un Año Zóbel en el que la figura del pintor y mecenas sería rememorada con una serie de actividades específicas pero aún no especificadas –para lo que el consistorio acordó pedir al Estado la declaración de especial interés de la celebración, lo que posibilitaría bonificaciones fiscales– y en la Real Academia Conquense de Artes y Letras se debate también cómo, dentro de sus posibilidades, unirse a una celebración que por su parte la Fundación March, tan ligada al artista por su condición de regidora del Museo de Arte Abstracto, va también a resaltar aunque en principio, que sepamos, fuera de Cuenca con exposiciones en su natal Manila y con el paso por Madrid de la muestra que, en paralelo a los trabajos de climatización que se realizaban en sus instalaciones ha itinerado fuera de nuestras fronteras nacionales. Esperemos que bien pronto se determine lo que se piensa llevar a cabo y no acabe pillándonos el toro del calendario que miren las fechas en las que estamos. Y al hilo de la conmemoración zobeliana a uno se le ocurre que lo mismo no vendría nada mal, echando una mirada a los años inmediatamente posteriores a la apertura del propio Museo, los 70, vaya, del pasado siglo, recordar al grupo de artistas plásticos –el tan recientemente fallecido Luis Martínez Muro, Nacho Criado, Mitsuo Miura, Rafael Peñalver o Paz Muro– en su día agrupados bajo el epígrafe de “artistas conceptuales de Cuenca” que por aquel entonces –estoy hablando de, por ejemplo, el tiempo de los míticas Encuentros de Pamplona  a los que tanto Martínez Muro como Paz o Nacho Criado acudieron– desarrollaran una más que interesante y avanzada labor creativa; una mirada que tampoco estaría fuera de lugar ampliar al bien numeroso colectivo de jóvenes que, a la alargada sombra de la colección de las Casas Colgadas y bajo su benéfica influencia desarrollaron o iniciaron su hacer creativo, en la más fecunda heterogeneidad; toda una pléyade de creadores de las más varias tendencias y modalidades expresivas bien merecedores, global y particularmente, de una valoración y una estima que a uno le parece que no han tenido entre nosotros en la medida que merecieron y aún merecen. Bueno, ahí queda la idea…