Erre que erre

No es, no suele ser, una de las noticias de relumbrón de la agenda periodística conquense pero ahí está, año tras año, casi a “sotto voce” pero sin faltar a la cita, inscrita en ella como un regalo, como el verdadero regalo que es para el acontecer artístico de nuestra capital. Me refiero a la anual edición del Certamen de Artes Plásticas del Instituto Fernando Zóbel que, con el mantenido patrocinio de la familia del fallecido pintor y mecenas que da nombre al centro, entregaba el pasado miércoles a sus jóvenes ganadores – David Palomero, Yasser Jouied, Ester Gandía, José Luis Novillo, Marta García Villar, Eduardo Ortega e Isabel Campos– los galardones de su ya su trigésimo primera convocatoria en paralelo a la conmemoración del a su vez treinta y cinco aniversario del fallecimiento del artista, en un acto en el Centro Cultural Aguirre en cuya sala de exposiciones se muestran precisamente, hasta el próximo día 21, las obras concurrentes. Sin, cual ya digo, el relumbrón de otras citas es sin embargo una aportación sustancial a la creación del sustrato de porvenir de la plástica conquense por su labor de potenciación y descubrimiento de aficiones y de nuevos valores. Como lo es por otro lado, cara especialmente en su caso a la creación de un futuro público para la actividad escénica, la también recurrente celebración, cada dos años en alternancia con la muestra de teatro de actor Bita, de Titiricuenca que, promovida por Amigos del Teatro, cumple también a su vez desde el pasado lunes y hasta este domingo un nuevo aquí estoy que en cierta manera se verá complementado con, entre el jueves y el domingo, 13 al 16, de la semana entrante, los veintitrés espectáculos que, a cargo de doce compañías procedentes de distintos puntos del Estado, conformarán la cuarta celebración por el casco histórico de la ciudad del festival Conka Street de teatro de calle, coorganizado junto a, de nuevo, Amigos del Teatro, por la asociación El Canto del Gallo. Frutos, gozosos frutos todo ellos de un meritorio erre que erre de sus impulsores que, como el que no quiere la cosa, mantienen viva la más básica actividad cultural de la ciudad en una labor callada y sin alharacas de la que ojalá la sociedad conquense reconociera la importancia que, de todas todas, tiene.