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“Seremos cómicos hasta que nos muramos, aunque digamos que queremos dejarlo”

Los actores Sonsoles Benedicto y Antonio Medina reciben el premio Nieva de Honor por sus trayectorias profesionales de más de 60 años en el mundo de la escena
“Seremos cómicos hasta que nos muramos, aunque digamos que queremos dejarlo”
Sonsoles y Antonio en la obra ‘Los últimos Gondra (memorias vascas)’. Foto: Luz Soria
20/04/2024 - Rubén M. Checa

Sonsoles Benedicto (Cuenca, 1942) y Antonio Medina (Carrión de los Condes; Palencia, 1936) llevan toda la vida dedicada al mundo de la escena. El matrimonio ha cosechado a lo largo de las últimas décadas una prolífica carrera actoral marcada por el teatro en los inicios de cada uno hace más de 60 años, pero que ha proseguido tanto en televisión como en cine. Han interpretado obras acompañados por actores como Antonio Ferrandis, Fernando Guillén, Gemma Cuervo, María Luisa Merlo, Francisco Rabal o Amparo Baró entre otros muchos, e incluso han coincidido en vida con Francisco Nieva. Y precisamente, el Festival de Teatro Regional de San Clemente que lleva el nombre del dramaturgo entrega este sábado como colofón a su novena edición, el Premio Nieva de Honor a la Trayectoria Profesional a ambos actores que se han convertido en unos imprescindibles del teatro clásico y por su aportación al mundo de la escena española.

¿Cómo recibís este premio Nieva de Honor por toda vuestra trayectoria profesional?

Sonsoles Benedicto: Estoy encantada porque este es el primer premio que recibo, a mis 82 años, en la provincia de Cuenca, mi tierra natal. Además es el prestigioso Francisco Nieva y en San Clemente, un pueblo que tiene tanta historia para mí. Conocí en vida a Nieva y era un ser excepcional, un creador maravilloso, así que un premio que lleva su nombre recaiga en mí, me honra y me llena de satisfacción.

Antonio Medina: Es muy gratificante porque no me lo esperaba, la verdad, pero siempre es agradable. Llevo un año de reconocimientos, pero recibir este, a parte de distinguir a uno como actor, es muy agradable porque el dramaturgo era muy especial, original, cariñoso, divertido, moderno para su época… Además he hecho obras suyas,  como ‘Sombra y quimera’. Paco era un ser extraordinario, cultísimo, un hombre que se hizo a sí mismo.

Ambos lleváis ya seis décadas de trabajo en el mundo de la escena…

S.B.: Sí. Yo empecé hace 60 años con Cayetano Luca de Tena en el teatro Infanta Beatriz, con ‘Calumnia’ de Lilian Hellman con Amparo Baró, María José Alfonso… En ese momento estaba en la escuela, y fueron a buscar niñas para la obra. Me seleccionaron, salí de la escuela para trabajar, y ahí empezó mi vida profesional. Acabé la escuela, estudié Arte Dramático con los mejores profesores con don Manuel Vicente, doña Mercedes Prendes, … Una cantera de primerísimos de los que aprendí muchísimo. Luego trabajé con Vicenta en la compañía Tamayo de Lope de Vega. Desde entonces no he dejado de actuar hasta hace un año y medio, que por salud he estado un poco apartada, y si me sale ahora, ya estoy dispuesta. Ya no trabajaría para subsistir, sino para matar el gusanillo que tenemos los actores.

A.M.: Empecé haciendo teatro de cámara, funciones muy interesantes, e incluso estrené en España a Genet, Adamoc, Brecht… Más tarde, Gerardo Maya me dijo que con la voz tan espléndida que tengo, debería hacer una prueba con Tamayo, la hice, y empecé a trabajar con él. Hicimos muchísimas obras como La Celestina en la Fenice de Venecia, un Quijote dirigido por Escaparro… Debutamos en Nueva York en el City Center, recorrimos toda américa y europa…

¿Cuándo os conocisteis?

A.M.: Lo hicimos en Divinas Palabras. Trabajamos como actores, y después seguimos trabajando con Tamayo. Ella ha hecho todo tipo de géneros y todos muy bien hechos, porque es una primerísima actriz, y aunque sea su marido, soy un gran admirador suyo. Le pedí que se casara conmigo, me dijo que sí, y me dio tanto miedo que desaparecí unos días. Pero al final nos casamos y hemos tenido una vida en común muy bien, respetándonos el uno al otro. Tuvimos una hija que lamentablemente se nos fue, pero permanece entre nosotros.

“Para nada nos podíamos imaginar tener una trayectoria en el mundo de la escena tan prolífica porque, de hecho, ninguno de los dos teníamos la vocación de ser actores”

¿Os imaginabais que vuestra carrera iba a ser tan dilatada y larga?

A.M.: La verdad que no.

S.B.: No esperaba ni dedicarme a esto. Estudié canto porque tenía buena voz y me fui a vivir con mis tíos que eran artistas, Joaquín Deus. Luego estudié arte dramático. Con 18 años hice mi primera obra que comentaba antes y desde ahí me fui metiendo por los escenarios y pensé: esto es para mí. No era vocacional, pero me atrapó la profesión.

A.M.: Yo tampoco era vocacional. Fui un mal estudiante y empecé a estudiar Derecho, como digo siempre, en el bar de la facultad de Filosofía y Letras. Ahí conocí a gente maravillosa como Antonio Pérez, que tiene su Fundación en Cuenca, a Sánchez Dragó, López Pacheco. Traté con ellos porque yo quería escribir y me metí en el TEU (Teatro Español Universitario), hicimos grupo de teatro de cámara, y después hice una prueba con Tamayo y de ahí ya empecé a trabajar con mucha gente, prácticamente con toda la profesión. He actuado, he dirigido, he sido empresa, y he vivido muy bien de esta profesión aparentemente difícil.

¿En qué punto profesional estáis?

S.B.: Yo hice una película hace año y medio que se llama ‘La voz del sol’, de la directora Carol Poliakoff con Carmen Machi y Karra Erejalde. Es preciosísima, y hago de la madre de Karra. En teatro la última función que hice, junto a Antonio, hace tres inviernos, es ‘Los últimos Gondra’.

A.M.: Los cómicos somos cómicos hasta que nos morimos. Siempre decimos que lo queremos dejar, pero no es cierto. Somos como los sacerdotes, in aeternum. Ahora estoy pensando hacer cosas, como un tema sobre Quevedo, que además lo hicimos en la iglesia de San Miguel, con muchas dificultades, pero que quedó maravilloso. Se me está pasando por la cabeza volver a hacer este Quevedo porque, cuando Sonsoles estuvo malita este tiempo atrás en una residencia, hicimos una lectura escenificada de ese Quevedo y fue un éxito muy rotundo, con gente muy mayor escuchando con un silencio magistral. Se me pasa volver a hacerlo, o hacer La Difunda de Unamuno.

S.B.: Sí, he estado muy malita pero ahora ya me he recuperado, tengo mis controles, me encuentro muy bien y quiero mandar un mensaje de tranquilidad para mis lectores, mis paisanos y mis admiradores.

Vamos, que tenéis claro seguir trabajando…

S.B.: Antonio es más emprendedor y además está muy bien de facultades, pero yo estoy un poquito mermadita y necesito ocuparme de mi salud. No tengo las energías que tenía hace unos años, pero como decía antes, si sale algo interesante y cómodo, por supuesto que se hará. Pero Antonio, él está dispuesto a todo lo que le llegue.