“Nino Bravo convirtió cada tema en un himno e intentamos honrar ese espíritu”
Cincuenta años después de su fallecimiento, la voz de Nino Bravo sigue siendo sinónimo de emoción. Su historia y sus canciones siempre han estado ahí pasando de generación en generación, pero hace dos años la compañía Melomans decidió llevarlas al escenario creando ‘Libre’, un musical a capela creado e interpretado por cuatro cantantes valencianos mezclando música, teatro y humor para recorrer la vida del artista desde sus orígenes hasta su consagración.
El espectáculo, autorizado por la familia del cantante, revisa las 60 canciones que Nino Bravo grabó en estudio, con nuevos arreglos vocales, un potente juego de loops en directo y una puesta en escena que se podrá disfrutar en Cuenca (Teatro Auditorio José Luis Perales) el 11 de diciembre a las 20:30 horas y en Quintanar del Rey (Auditorio Pedro Chumillas) el 13 de diciembre a las 19:30 horas, tal y como expone Javi Reig, uno de los miembros de Melomans, en esta entrevista.
¿Qué va a encontrarse el espectador que acuda a verlo?
‘Libre’ no es un tributo convencional ni imitamos a Nino Bravo. Somos una compañía de cuatro cantantes que hacemos todo a capela y contamos su historia desde los orígenes, que no fueron nada fáciles aunque ahora pueda parecerlo. Nos basamos en testimonios de gente que estuvo con él y utilizamos sus canciones para recorrer su vida.
El espectáculo se define como “el homenaje más original” a Nino Bravo. ¿En qué reside esa originalidad?
No queríamos hacer algo típico, porque para eso ya existen otros montajes y, sobre todo, porque no es lo que hacemos. Melomans lleva 15 años trabajando con su propio sello: música, teatro y humor, siempre a capela. Ese es nuestro lenguaje, y desde ahí hemos querido contar la vida de Nino Bravo.
¿Cómo nació la idea?
A los cuatro nos gusta mucho Nino y siempre lo teníamos ahí, en segundo plano. La oportunidad surgió hace unos diez años, cuando participamos en un homenaje junto a su banda original por el 40 aniversario del accidente. Aquellos ensayos y convivencias nos hicieron pensar: “todo lo que está pasando aquí hay que contarlo”. La idea quedó aparcada hasta que, hablando con nuestro director de escena, Santiago Sánchez, y con Víctor Lucas, nos propusieron dar forma a todo aquello. Nos sentamos, escribimos el guion, empezamos a ensayar… y vimos que estaba naciendo algo grande. Lo estrenamos hace dos años y desde entonces no hemos parado.
El musical cuenta con la autorización de la familia de Nino Bravo. ¿Cómo fue ese primer contacto y qué opinión tuvieron cuando vieron el resultado?
Hablamos con sus hijas, Eva y Amparo, que son quienes velan por su nombre. Nino Bravo es eterno y sigue vigente 50 años después, pero ellas cuidan que los espectáculos tengan la calidad que merece su figura. Cuando supieron que sería a capela lo aceptaron bien; cuando dijimos que también habría humor, ahí dudaron un poco: “¿Humor? ¿Cómo?”. Es normal. Pero cuando lo vieron les encantó. Han venido varias veces; les digo que ya se lo saben. Les gusta porque mostramos una faceta de su padre que rara vez se enseña.
¿Qué faceta es esa que ustedes querían que el público conociera?
Nino Bravo era muy gracioso, le encantaba pasarlo bien, era muy entrañable, muy cariñoso y muy amigo de sus amigos. Y, al mismo tiempo, era tímido y muy celoso de su intimidad, algo que sorprende en alguien con esa voz tan poderosa. Hay una anécdota muy significativa: cuando iba a casarse no quería que fuera público. Se filtró la noticia, anunció que lo haría en una iglesia y en realidad lo hizo en otra, a una calle de distancia. Los periodistas estaban en la equivocada, corrieron a la otra y solo pudieron fotografiar la salida. Era muy casero: era capaz de cruzarse la península para comer un arroz al horno de su madre entre concierto y concierto.

Su espectáculo repasa las 60 canciones que Nino Bravo grabó en estudio. ¿Cómo se traslada eso al escenario?
Nuestro reto era incluirlas todas. Nino grabó 60 canciones y queríamos que estuvieran presentes, aunque no pudieran sonar enteras porque el espectáculo duraría cinco horas. De cada una aparece al menos un fragmento. El primer desafío fue integrarlas en la narración. Por suerte, hablan de temas universales como el amor o la lucha por los sueños, y encajan muy bien en su historia. El segundo reto fue llevarlas al terreno a capela.
¿Qué tenía de especial ese desafío musical?
Nino tenía una voz espectacular, pero además las canciones y los arreglos orquestales eran excelentes, con compositores como Armenteros o Augusto Algueró. Llevar esa riqueza sonora al mundo a capela sin imitar era complicado. No queríamos copiar; para eso están los discos. Queríamos reinterpretar respetando el espíritu de cada tema. Ha sido un proceso de investigación, de prueba y error, con algunas canciones llegando a tener hasta tres arreglos distintos antes de decidirnos.
¿Cómo es la puesta en escena?
El musical, que dura unos 90 minutos, tiene una puesta en escena que parece minimalista, pero está muy cuidada: cuatro cubos, un disco gigante de Nino Bravo en el suelo y una escenografía que evoca los años 70. El vestuario, diseñado por Gabriela Salaverri, también es muy fiel a la época. Investigamos en el Museo Nino Bravo, donde vimos sus trajes originales. Era una persona muy moderna, muy presumida, y eso se refleja en los colores, las solapas anchas y los pantalones de campana. Todo contribuye a un espectáculo muy inmersivo.
“Hay canciones en las que, gracias a los loops, parece que están cantando hasta 16 voces a la vez”
En la dirección musical han trabajado figuras como Erik Bosio o Nacho Mañó. ¿Qué han aportado al sonido de Libre?
Muchísimo. La música a capela a veces se asocia a hacer “dubidubis”, pero con micrófono hay infinitas posibilidades. Con ellos hemos potenciado ese sonido. Utilizamos loops en directo: cantamos algo, se graba y se repite durante la canción, de manera que acabamos cantando sobre nosotros mismos. En una de las últimas canciones llegamos a tener hasta 16 voces simultáneas siendo solo cuatro. Incluso recreamos un estudio de grabación en una escena para mostrar ese proceso.
¿Qué canción les ha costado más adaptar y cuál es la más exigente en directo?
Adaptar, quizá ‘Tú cambiarás’. Es muy poderosa y nos costó encontrarle el arreglo adecuado. Probamos varias opciones hasta dar con la que queríamos. En directo, la más exigente vocalmente es ‘Mi tierra’. Es muy emotiva y la gente la canta con nosotros. Creo que Nino hablaba de convertir en “mi tierra” cualquier lugar. Esa comunión con el público es muy especial. Y luego está ‘Libre’, que lo tiene todo: exigencia, emoción, belleza.
¿Qué siente al enfrentarse al repertorio de una voz tan icónica como la de Nino Bravo?
Lo primero es asumir que no puede enfrentarse a su voz. Nino Bravo solo ha habido uno. No es solo la potencia, es cómo decía cada frase. Era un contador de canciones. Escucharlo es una lección: convertía cada tema en un himno.
Tras dos años de gira, ¿qué les ha transmitido el público?
Mucho agradecimiento. La gente mayor revive momentos de su infancia, y la gente joven descubre a Nino Bravo aunque no fuera de su generación. Él ha traspasado edades. La mayoría sale muy contenta y emocionada. Para nosotros es un regalo. Al principio sabíamos que en Valencia funcionaría, pero la prueba fue Córdoba, donde llenamos al 95 %. Luego estuvimos dos meses en el Teatro Apolo de Madrid y cada día el público se ponía en pie. No es ego: es la satisfacción de haber hecho disfrutar a mucha gente.
¿Qué mensaje le daría al público de Cuenca y de Quintanar del Rey para animarlo a asistir al teatro?
Que se dejen llevar. Algo que hemos aprendido de Nino Bravo es que vida solo hay una y hay que vivirla a tope. Él lo hizo, y eso que murió muy joven. Este espectáculo me ha cambiado la perspectiva: subir como si fuera la última vez, vivir cada momento intensamente. Y una forma maravillosa de exprimir la vida es disfrutar del teatro y de la música en directo. Este es un espectáculo que nosotros disfrutamos muchísimo.