
El olor de los churros que impregna a finales de agosto una parte importante de nuestra ciudad anuncia algo muy familiar para todos los conquenses: la Ferias y Fiestas en honor al patrón San Julián han comenzado. Y si seguimos la estela de ese maravilloso olor nos toparemos sin duda con La Giralda, la caseta de los churros y el chocolate que un año más se pone al servicio de los conquenses sumando más de seis décadas de asistencia fiel a la Feria de Cuenca.
Al frente de La Giralda están los hermanos Romero Tejera: Rocío y Jaime. “Cuenca es como si fuera nuestra casa, nos hemos criado prácticamente aquí y no hemos fallado ni un solo año”, nos cuenta Rocío, quien dice conocer nuestra ciudad como la palma de la mano.
La historia de La Giralda se remonta a 1961, aunque sus raíces son aún más profundas. Los abuelos de Rocío y Jaime ya vendían churros en ferias bajo el nombre de La Oriental, donde su madre, Rosa Tejera, conoció al que sería su marido, un sevillano que bautizó con nombre andaluz la nueva aventura familiar: La Giralda.
Cuenca y la churrería ambulante La Giralda han ido desde su nacimiento de la mano, hasta el punto que hace 61 años Rosa Tejera dio a luz a uno de sus hijos en plenas Ferias de San Julián: “Uno de nuestros hermanos nació aquí, concretamente en La Casa Cuna, muy cerca del Puente de San Antón”, explica emocionada Rocío. Desde entonces, Cuenca no solo es una parada fija. “Es mucho más, es nuestro hogar”.
La familia Romero Tejera ha trabajado mucho a lo largo de más de seis décadas porque, como confiesa Rocío, “la vida del feriante es tremendamente dura ya que trabajamos en la calle y dependemos mucho del tiempo”. Tres generaciones de la familia han vendido churros y chocolate en la Feria de Cuenca y la cuarta “está de prácticas”: “Ahora trabajamos los hermanos, sobrinos, primos… es una empresa familiar aunque, a veces, tenemos que contratar refuerzos”.
SABORES DE CASA
El chocolate, hecho con leche y preparado con receta propia, llega desde Albacete. La harina, en cambio, la compran en Cuenca como el resto de la materia prima. “Nos gusta abastecernos aquí, en lo local”, afirma Rocío, subrayando un vínculo con nuestra ciudad que va más allá de lo comercial.
En cada Feria, la familia Romero Tejera levanta su churrería en tres días, instala sus caravanas detrás del recinto y se prepara para quince intensos días de trabajo: “La gente nos reconoce por la calle: ¡Ya están aquí los churreros! Nos saludan, preguntan por mi madre que tiene 97 años y todavía viaja con nosotros. Eso es lo más bonito, sentir el cariño de la gente”.
Y para toda esa gente, nos cuenta Rocío, Churrería La Giralda elabora miles de churros en cada edición de la Feria: “A los conquenses les encanta el churro madrileño, que es el pequeño en forma de lazo, y el chocolate. Es lo que más vendemos”.
La Giralda no es sólo una churrería itinerante más, es un punto de encuentro para muchos conquenses y parte importante de la historia de nuestra Feria.