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Más de dos mil mujeres claman contra el patriarcado

Masiva manifestación en la capital conquense que se ha desarrollado en un ambiente festivo y a ritmo de batucada
08/03/2018 - Gorka Díez

Como “una alianza de mujeres para defender nuestros derechos conquistados”. Así han defendido las participantes en la masiva manifestación que, con motivo del Día Internacional de la Mujer, ha acogido este jueves el centro de la capital conquense la huelga feminista convocada en toda España por Intersindical, CGT y CNT y secundada en Cuenca por colectivos como Comando Violeta o Coordinadora Feminista.

Más de dos mil personas, en su mayoría mujeres, han participado, según la Policía Local, en la marcha más concurrida que se recuerda de los últimos años, puede que superior a las de en defensa de la sanidad y de la educación celebradas en la pasada legislatura.

Ha sido además una marcha tanto reivindicativa como lúdica en la que las manifestantes corearon, con descaro, eslóganes como “Ni amo ni marido ni partido’, ‘Lavar, planchar también es trabajar’, ‘Nosotras sí que somos manada’, ‘Si nosotras paramos, se para el mundo’. Y entre las pancartas, destacaba esta contestación al conocido verso de Neruda: ‘Mujer, no me gusta cuando callas’.

Un espacio de la manifestación se ha reservado a un lazo morado en memoria de las mujeres asesinadas por la violencia de género.

Manifiesto

En el manifiesto, leído pasadas las siete de la tarde por distintas mujeres en una Carretería ya de noche y a rebosar, ha habido un reconocimiento a las mujeres que, en los últimos siglos, han logrado “grandes victorias para todas nosotras y nos trajeron los derechos que poseemos hoy”; pero este trabajo, advirtieron, “no es suficiente”, sino que todavía “queda mucho por hacer y nosotras seguimos luchando”.

No podía faltar el rechazo a la violencia de género, pues son más de 920 las mujeres que han sido víctimas mortales de sus parejas o exparejas en los últimos quince años, 48 solo el pasado 2017, ante lo que las manifestantes han exigido que el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado en 2017 pero a su entender “insuficiente” para poner fin a esta lacra, se dote de recursos y medios que permitan “el desarrollo de políticas reales y efectivas que ayuden a conseguir una sociedad libre de violencia contra las mujeres y niñas”. Las manifestantes reivindicaron así su derecho a “movernos en libertad por todos los espacios y a todas horas”.

Del mismo modo, han clamado contra la “presión estética” que sufren y denunciaron ser tratadas como “reclamo” en muchos anuncios publicitarios cuando “no somos un objeto de mercado”.

También ha habido una condena de la “opresión” como consecuencia de las distintas orientaciones e identidades sexuales. “La LGTBIfobia social, institucional y laboral, es otra forma de violencia machista”, advirtieron.

Por una educación pública y laica

En aras de una total libertad y respeto a la diversidad, el manifiesto ha abogado por un cambio en la educación a través de un modelo “público, laico y feminista, libre de valores heteropatriarcales desde los primeros tramos educativos, en los que las profesoras somos mayoría, y hasta la universidad”; una educación en la que “la perspectiva de género sea transversal a todas las disciplinas”.

Porque ellas no dudan en resaltar la heterogeneidad de las mujeres. “Somos diversas. Vivimos en el entorno rural y en el entorno urbano, trabajamos en el ámbito laboral y en el de los cuidados. Somos payas, gitanas, migradas y racializadas. Nuestras edades son todas y nos sabemos lesbianas, trans, bisexuales, inter, queer, hetero… Somos las que no están: somos las asesinadas, somos las presas. Somos todas”.

Cuidados domésticos

Las manifestantes han hecho asimismo hincapié en el trabajo de la mujer en el ámbito doméstico y de cuidados, lo que junto a su capacidad reproductora les convierte en “imprescindibles para el sostenimiento de la vida”.

Sin embargo, han lamentado que las tareas del hogar sean un trabajo “mayoritariamente gratuito o devaluado”, ante lo cual han demandado que “sea reconocido como un bien social de primer orden” y que lo desempeñen tanto las mujeres como los hombres en un momento en el que, según algunos estudios, apenas dos de cada diez hombres ayudan a las mujeres en tareas como la limpieza, la compra, la cocina o el cuidado de los niños.

En el ámbito laboral, han denunciado por su parte “estar sometidas a peores condiciones laborales y cobrar menos que los hombres”, con trabajos “marcados por la temporalidad, la incertidumbre, los bajos salarios y las jornadas parciales no deseadas. Cuando algunas de nosotras tenemos mejores trabajos, nos encontramos con que los puestos de mayor salario y responsabilidad están copados por hombres”.

Algunos estudios apuntan a este respecto que ellas ganan en torno a un 30 por ciento menos que los hombres. Entre otras cosas, hay más mujeres que hombres que no llegan a los mil euros al mes y el número de mujeres con entre 50.000 y 80.000 euros de ingresos anuales es la mitad que el de hombres.

Las manifestantes han reivindicado, así, que el empleo, y no ellas, “se adapte a las necesidades de la vida”, como el embarazo y el cuidado, que “no pueden ser objeto de despido ni de marginación laboral ni menoscabar nuestras expectativas personales ni profesionales”.

Denunciaron, asimismo, el hecho de que “nosotras engrosamos las listas del paro”, pues en Cuenca el número de paradas supera al de varones desempleados en aproximadamente un 40 por ciento: el pasado febrero había registradas en las oficinas del Sepecam de la provincia 9.835 paradas mujeres por 5.780 hombres.

Fruto de la desigualdad de acceso al mercado laboral, la pensión de las mujeres es muy inferior a la de los hombres: mientras la media de ellos alcanza los 1.197 euros al mes, la de ellas se queda en los 742; una pensión, en general, “de miseria que nos obliga a sufrir pobreza en la vejez”, ante lo que demandaron la cotitularidad de esta paga y que el tiempo dedicado al cuidado doméstico sea reconocido en el cálculo para el cobro de las pensiones.

Otros asuntos

También, las mujeres reivindicaron en su manifiesto su papel en la lucha contra del cambio climático y en la preservación de la biodiversidad, abogando por la soberanía alimentaria de los pueblos, y mostraron su oposición tanto a las guerras como a los recortes en los sectores “que más afectan a las mujeres” como la sanidad, los servicios sociales y la educación.


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