Cementerio de San Isidro: Hermanos, canónigos y personalidades
En Cuenca existe otro camposanto, un tanto peculiar, en las lindes del barrio del Castillo

02/11/2014 - José Vicente Ávila
Aunque en Cuenca capital contamos con el Cementerio del “Santísimo Cristo del Perdón”, que abrió sus puertas hace 116 años, existe otro camposanto un tanto pintoresco y peculiar como lo es el de San Isidro, en la ermita del mismo nombre que se asoma al Júcar, en las lindes del barrio del Castillo. (Hubo otro pequeño cementerio en el barrio de Tiradores Bajos, junto al Cristo del Amparo, llamado de Santa Catalina, ya desaparecido).
La ermita-cementerio de San Isidro, que es una de esas raras excepciones que le dan singularidad, tiene tres cementerios en un mismo terreno sagrado, considerado como camposanto, dividido en distintos espacios de esta antigua ermita que, según los datos históricos, comenzó a construirse en el año 1728 por parte de Juan Francisco de Lujan y Arce, señor de la Elipa y Canaleja, siendo obispo de Cuenca, don Juan de Lancaster Sainz de Solera, que no la vio terminada, ni tampoco su sucesor, Diego de Toro, que estuvo tres años en la silla episcopal.
Fue el prelado José Flores Osorio quien mandó terminarla y pudo bendecirla el 28 de octubre de 1739, fundándose años más tarde la Hermandad de San Isidro Labrador (Vulgo de Arriba), en mayo de 1744. Los tres cementerios, flanqueados sobre la ermita, son el de los Hermanos, con entrada a la izquierda; el de los Canónigos de la Catedral, a la derecha de la propia de la ermita, y el de Personalidades, que comenzó a tomar forma en 1980, con el primer enterramiento de Federico Muelas, fallecido en 1974, por lo que se cumplen ahora 40 años de su muerte. En 2011 el Consorcio Ciudad de Cuenca realizó las obras de rehabilitación y aterrazamientos de este Cementerio de Personalidades.
El Cementerio de San Isidro, en conjunto, está incluido en el Catálogo de Bienes Protegidos del Plan de Ordenación Municipal, elaborado por el Ayuntamiento de Cuenca, con la tipología de Arquitectura Monumental y un Tipo de proteccion integral. También se incluye en el Catálogo Monumental del Patrimonio Arquitectónico de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
ILUSTRES
El camposanto de Personalidades lo integran una serie de tumbas y enterramientos, repartidos en el terreno anexo de los dos cementerios de nichos, con los restos de ilustres hijos de Cuenca o adoptivos, como lo son Federico Muelas, enterrado en 1980; Fernando Zóbel, en 1984, y Luis Marco Pérez, en 1985. En los últimos años han sido depositadas las cenizas del pintor Bonifacio Alfonso (2012), del escritor Florencio Martínez Ruiz (2013) y del pintor Miguel Zapata (2014). En el caso de Federico Muelas, en 1974 fue enterrado en un nicho del cementerio principal de Cuenca y en 1980 los restos fueron exhumados y trasladados a San Isidro.
LOS HERMANOS
En los nichos del cementerio de los hermanos se encuentran los restos del pintor Antonio Saura, pues pertenecía a la Hermandad, de la que también era hermano Fernando Zóbel, al igual que Bonifacio Alfonso, así como Gustavo Torner, hermano honorario, al que vemos pasear a menudo por “su” Casco Antiguo, otrora conocido como el Vaticano.
En verdad que la Hermandad, con su ermita y cementerio tan pintorescos, atraían a estos pintores abstractos de la mano de la camarera, Antonia Soria, una de las artífices de la mejora de los espacios abiertos de la ermita y del cementerio, dejando su huella artística con sus figuras de lagartos, palomas y perros, y sus epitafios tan ocurrentes. Antonia Soria, artista naif, está enterrada en una tumba en la que se accede al camposanto de Personalidades desde el cementerio de Hermanos, que cuenta con cuatro pabellones de nichos y uno de columbarios que aún no se ha estrenado.
”HUERTO DE CRUCES”
“Huerto de Cruces” conquense famoso en Europa le definió Florencio Martínez en un hermoso artículo publicado en el desapaecido “El Día de Cuenca”: “Nuestro mironiano cementerio, encaramado sobre la roca, es un elemento emblemático y lírico de Cuenca”. En este lírico lugar, que se asoma a la Hoz del Júcar, descansa para siempre este escritor tan enamorado de Cuenca.
Y en verdad que no hay mayor lirismo que pasear por este lugar en pleno otoño para reflexionar en los silencios de la soledad de un escenario tan grandioso, de enorme patetismo, pues tal era el “concepto patético” que ilustraba César González Ruano en su artículo “Fin de año en Cuenca”: “En Cuenca imagino morir el año despeñado en el desfiladero de sus hoces y, entre graves espumas, llevado por el río hasta la inmensidad del mar antiguo, donde los peces hablan latín”. Y así nace y muere noviembre, que se asoma en la hoja del calendario, con recuerdo a los muertos en el Perdón y en San Isidro, el camposanto de la Hoz, paisaje de la maravilla.
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