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Las asociaciones sociosanitarias de Mota reivindican la inclusión

Esta semana se han celebrado las I Jornadas-Encuentro para visibilizar a los colectivos a los que representan las seis organizaciones participantes
11/11/2017 - M. J.

Luchar para lograr una sociedad inclusiva y no solo integradora, una meta que solo será posible alcanzar si se producen los cambios estructurales necesarios para que todas las personas participemos en igualdad de condiciones “independientemente de nuestras características”. Esa es la filosofía por la que abogan el Ayuntamiento de Mota del Cuervo, sus Servicios Sociales y las asociaciones sociosanitarias de Mota del Cuervo que esta semana han participado en las I Jornadas-Encuentro de este tipo de organizaciones y a través de las cuales se ha tratado de visibilizar a los diferentes colectivos a los que representan la Asociación de Familiares y Enfermos Mentales Amanecer, la Asociación de Padres y Madres de Personas con Discapacidad El Castellar, la Asociación de Padres de Niños Discapacitados Santa Rita, la Asociación de Familiares de Enfermos con Deterioro Cognitivo Afamota, la asociación de enfermos de cáncer Oncofelices y la Asociación de Residentes y Familiares de la residencia de mayores Los Molinos.

Colectivos que, a juicio de la técnico de inclusión social y coordinadora de las jornadas, Conchi Fernández, “tradicionalmente tienen problemas para participar en igualdad de condiciones con el resto de colectivos”.

Incluidas en el proyecto de Participación y Mediación Comunitaria, que trata de facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida social y comunitaria de la localidad, haciendo especial énfasis en promover la participación e inclusión social de aquellas personas o colectivos que mayores dificultades encuentran para ello, a través de estas jornadas se trataba también de que “se conociesen entre ellas, visibilizarlas de cara a la población y poner voz a los colectivos a los que representan”, según Fernández, que cita entre las principales reivindicaciones el aumento de la participación “a nivel laboral y de ocio, a través del ocio inclusivo”.

Reivindicaciones que quedaban patentes en el manifiesto leído por la concejala de Igualdad, Mónica Salido, que instaba a “luchar por superar situaciones de integración que ponen el énfasis en la adaptación de las personas a la comunidad, y buscar la inclusión, entendida como un cambio en la sociedad en general”.

“Esto supone que desde los estamentos públicos se realicen políticas que promuevan sociedades inclusivas, es decir, que la sociedad se adapte para atender las necesidades de las personas y se vuelva más atenta a las necesidades de todos y todas. Todo esto conlleva de forma implícita que realmente todos estemos incluidos en la vida social, cultural, política y económica de la comunidad”, según la edil.

Junto a la lectura del manifiesto, los representantes de las asociaciones acudieron al tradicional mercadillo de los martes para dar a conocer sus proyectos e incluso pudieron conversar de forma distendida con los moteños en el stand de los Servicios Sociales de la localidad, que se convirtió en punto de encuentro.

Experincias personales

Ya en el edificio de La Tercia, seis personas compartieron sus experiencias de vida como miembros de estos colectivos aún no debidamente incluidos en la sociedad.

Entre ellas, María Ángeles Contreras, esposa de un enfermo de alzheimer de 73 años y diagnosticado desde hace cinco y que confesaba cómo, “al principio, lo llevas mal, te causa un impacto grandísimo porque es un cambio de vida total”. “No crees lo que te está pasando y no entiendes su agresividad, porque crees que lo hace porque quiere”, asevera para, a continuación, confirmar que se trata de una enfermedad “que no va a mejorar, sino que cada día va a peor, le va apagando”.

“Ahora ya nos hemos normalizado, ya lo hemos aceptado y hay que ser optimistas, quitar toda la negatividad que se presente e ir viviendo lo que toque vivir”, sostiene, afirmando que la enfermedad de su marido ha logrado lo que él siempre quiso, “tener unida a la familia”.

Afamota surgió hace dos años para, según su secretario, Antonio Rodríguez, “atender a un colectivo que por parte de las administraciones públicas realmente no está atendido”.

Su objetivo es hacer la vida “un poco más agradable” tanto a pacientes como a sus familiares y que la enfermedad “que les acecha en cierto modo se vaya ralentizando”. Para ello ofrecen asesoramiento sobre cómo tratar a este tipo de enfermos y cómo hacer más llevadero el cuidado de los mismos.

Taller de musicoterapia

Entre sus iniciativas “estrella”, un taller de musicoterapia al que asisten veinte usuarios divididos en dos grupos en función del grado que les afecte la enfermedad.

Un taller en el que participan personas “que casi no hablan, que no conocen y, sin embargo, cuando hay alguna canción de su juventud aplauden o incluso bailan”. “Se les ve con actividad y con cara de alegría, les devuelve parte de la vida”, asegura, indicando que a partir del mes de febrero dará comienzo un taller de memoria.

Desde la Residencia de Mayores Los Molinos, su directora Carmen González ponen en valor la importancia de la implicación del entorno familiar de estas personas para procurarles una vejez feliz.

Desde la residencia, que cuenta con 120 plazas para internos y 20 más de estancia diurna, todas cubiertas, se ofrece una “alta calidad asistencial” y una amplia oferta de actividades, siempre en colaboración con la Asociación de Residentes y Familiares, que les mantiene “en contacto con la vida real”.

Otra de las asociaciones participantes ha sido Oncofelices, que en apenas veinte días desde su presentación ya cuenta con 130 socios.

Su presidenta, Paula Cruz, contó en primera persona cómo ha sido la evolución de la enfermedad hasta que su “amigo ha desaparecido a pesar de que todo estaba en contra”. “Lo importante”, espeta, “es la cabeza, ya te pueden poner mucha medicación, pero no es lo mismo aceptar que resignarse”.

Después de admitir que la enfermedad le ha permitido “resetearse completamente”, Cruz también admite que la ha convertido en una persona “más fuerte, más constante, porque es un aprendizaje a marchas forzadas”, consciente de que existen “muchas cosas positivas” y que ha aprendido “muchísimas cosas que, de otra manera, no hubiera aprendido”.

“O cambiaba, o me moría, había esas dos alternativas, y yo ya elegí la mía”, confirma, recordando que es posible tener cáncer y ser “perfectamente feliz”.

Como muchos otros colectivos representados por estas asociaciones moteñas, los enfermos de cáncer también tienen que luchar por la inclusión en no pocas ocasiones.