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Eduardo Soto
Eduardo Soto
07/05/2018

"El evento improbable"

En el libro del premio nobel de Economía Daniel Kahneman, Pensar lento pensar rápido, se hace un repaso a los múltiples errores que cometemos los seres humanos por no analizar detenidamente las decisiones que pueden ser cruciales para nuestras vidas. Allí se demuestra que: “El evento improbable ocupa el foco de atención cuando se terminan por especificar sus consecuencias”. Existe un enorme vacío de información y falta de análisis sobre el cementerio nuclear y la peligrosidad que representa, La Fuga quiere especificar esas consecuencias con narrativa cinematográfica.

Es poco probable que el ATC sufra un accidente en sus primeros años de vida: las instalaciones a estrenar, la maquinaria en garantía, los trabajadores recién contratados, los sueldos flamantes, altos, pero ¿qué pasará cuando pasen 8, 10 o 20 años? Algunas infraestructuras no han necesitado tanto para verse perjudicadas, deterioradas y, sin el adecuado mantenimiento, finalmente abandonadas a su suerte. Son conocidos y notorios los desperfectos que presentaba el espectacular Palau de las Arts de Valencia a los ocho años de su inauguración, es sonado el despilfarro en aeropuertos inútiles o deficitarios como el de Castellón o Ciudad Real. Nosotros ostentamos el tristemente famoso Bosque de Acero que no llegó siquiera a “florecer”: la carcoma de la negligencia ya estaba presente el día de su inauguración. No hace falta mirar tan alto, estoy seguro que hay muchas obras que acudirán fácilmente a la mente de cada cual: el tejado del colegio de su niño, el gimnasio inutilizable del instituto en el que estudia su hija, el mercado que se cae a pedazos, ese polígono que no llega a nada, ese centro de interpretación que se pudre, la caldera que no chuta. Hay mucho afán por construir, encargar la obra a un conocido, cobrar la comisión, inaugurar con boato y hacerse una foto memorable, no lo hay tanto por la necesaria previsión y promoción, el mantenimiento y la dotación indispensable que hace que esas infraestructuras se mantengan con vida. Muchas veces nacen sin ningún plan de sostenibilidad, solo movidas por las prisas para quitarse un problema de en medio o por la especulación. Por eso La Fuga sucede en 2028.

Lo hemos visto, todo cambia: crisis económicas, quiebras impensables de empresas solventes, mudanzas de gobierno, los que llegan al sillón no quieren asumir los compromisos del que lo ocupaba. No olviden, por ejemplo, que el Ministro Soria dejó con el culo al aire a los inversores en energía solar incumpliendo todas las cláusulas del contrato que rubricaba el propio Estado; o recuerden a Trump sacando a los USA, contra toda previsión, de los Acuerdos del Clima de París. Los casos de corrupción y de irresponsabilidad política y comercial no parece que vayan a remitir en breve plazo. Volkswagen ha intentado colar al mundo entero sus coches diésel supuestamente limpios que, desafortunadamente, contaminaban 40 veces más que un Barreiros sin ITV. Sucede También que las administraciones cambian de patrón y olvidan o arrinconan los compromisos que adquirieron los otros, los anteriores, sean quienes sean.

Entre 1949 y 1982 ocho países arrojaron 140.000 toneladas de residuos nucleares en bidones de acero y hormigón a la Fosa Atlántica, a 650 km de Galicia, a 200 kilómetros de Asturias. En 2017 se le preguntó al Consejo de Seguridad Nuclear sobre el estado de estos bidones y negó rotundamente saber nada de la cuestión. Se preguntó entonces a Medio Ambiente: este Ministerio fue incapaz de precisar quién y en qué momento se realizaron las últimas. investigaciones, menos aún, cuándo se hará la próxima; pero respondieron: trasladen sus preguntas al Ministerio de Energía. Este Ministerio, de modo vigoroso, pasó la bola al Ministerio de Fomento. Y esta autoridad, muy formalmente, solicitó información al Organismo Internacional de la Energía Atómica, quien a su vez remitió el asunto a la Organización Marítima Internacional, quien a su vez escurrió el bulto en la OSPAR. Huelga decir que entre Oslo y París se perdió el expediente.

El problema del ATC no lo tendremos seguramente en sus primeros cinco años.

Como en toda construcción, las grietas, las deficiencias y los problemas sobrevienen cuando los materiales dejan de estar nuevos, el presupuesto merma, los plazos dejan de cumplirse, aumentan las presiones externas, se reducen los controles internos, los operarios están amoldados, se acortan los protocolos, se esconden bajo la alfombra problemillas y la impredecible fuerza de la rutina hace travesuras. Somos humanos. Dentro de 10 años, con el ATC lleno de materia cabreada, empezaremos a entrar en una zona poco iluminada, ese pasillo escurridizo, casi olvidado, donde el error aumenta exponencialmente y las firmas responsables hace tiempo que caducaron. Dirán si acaso, como ha dicho el presidente del Consejo de Seguridad Nuclear con respecto a la fuga de la nuclear de ASCO: “Estas cosas pueden pasar”. Ahí arranca La Fuga.

“No es nuestra competencia”, será la respuesta que más a menudo oirán nuestras hijas y nuestros nietos cuando vayan a reclamar dentro de 20 o 30 años por las irregularidades que de seguro se presentarán en el ATC. Detallar las previsibles consecuencias de un futuro no muy lejano, permite visualizar y analizar, tomar conciencia de los riesgos, comprender y actuar con racionalidad frente al polvorín de problemas sin resolver que ostenta la energía nuclear y quiere almacenar en nuestra tierra para siempre.

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