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Eduardo Soto
Eduardo Soto
13/06/2018

Cuento del ATC y el lobo

El otro día me acusaron de querer meterle miedo a la gente con la historia de La Fuga radiactiva. Lo dijeron como si me aburriera, como si fuera un bromista que quisiera entretener su tiempo burlándose de la gente, haciéndoles temblar en la cama por la noche. Me temo que me estaban llamando Pedrito a la cara, no cualquier y bien llamado Pedro, sino Pedrito el de Pedrito y el lobo, Pedrito “el mentiroso”. Llegué a preguntarme si tenían razón. ¿Alertaba sin motivo a los agricultores y a los fabricantes de queso, de vino y de aceite con una amenaza imaginaria, con un lobo ficticio?

Siento decepcionarlos, no voy de guasa, tengo verdadero miedo del lobo. De noche distingo sus ojos ambarinos fosforecer en la llanura mesetaria, adivino su hedor, oigo resbalar la baba entre sus colmillos. Escudriño la oscuridad, pregunto, inquiero, me restriego los ojos, hago esfuerzos por comprender y, sí, entre los cañaverales veo al lobo, y grito sí: ¡El lobo! ¡El lobo! Me desgañito pero no me creen, ni se molestan, no acuden contra el lobo. No funciona ni la primera parte del cuento. Los vecinos del pueblo no salen de sus casas. Apagan la luz, se tapan con la manta y cierran los ojos, están convencidos de que así no los encontrará el lobo. Me dicen: no grites, no asustes.

La autoridad les ha dicho que el lobo está lejos, que el lobo no muerde, que el lobo da trabajo incluso a los corderos y que, si le dejan, pronto verán cómo el lobo fertiliza los campos. La autoridad habla del lobo como cosa hecha: que el lobo da prestigio, que el lobo es poderoso, que no hay que temer al lobo, que no hay que hacerle preguntas, que en fin, al lobo hay que obedecerlo, porque es el lobo.

Comprobar si el lobo es de los que se comen a las ovejas o de los que te pueden dar trabajo es muy fatigoso. Mejor es creer que el lobo, si así lo juzga la autoridad, será buena cosa. De este modo pronto se suman otras voces que desde sus casas insisten en la idea, pues habiendo tantos que piensan como la autoridad será harto difícil que anden equivocados. No dejan de temblarles las rodillas y se dicen: tampoco a estas alturas vamos a pasar por impertinentes que se ponen a cuestionar una opinión tan acreditada. Ni que fuéramos ecologistas.

El otro día pregunté al Presidente de ASAJA ¿Qué te da el ATC? Le costó responder. ¿En qué creen los agricultores y ganaderos de CLM que les beneficia un ATC? No termino de visualizar alguna ventaja, por pequeña que sea, que le pueda aportar el ATC a este colectivo. Ve amenazado su trabajo, su tradición, sus productos y sus tierras. Acepta al lobo y calla. Al alcalde de Cuenca le he oído en la radio llamar hipócritas a quienes no protestan por la central nuclear de Zorita. Como estratagema deja mucho que desear, una vez más se trata de atacar ad hominem con el insulto en vez de ceñirse al tema. Muestre cifras, exhiba datos reveladores de cómo va a beneficiar el ATC a la ciudad de Cuenca. Por ahora solo sabemos que va a proporcionarle un sobrenombre muy poco turístico: Cuenca, naturaleza, cultura y cementerio nuclear. Todos somos conscientes de lo difícil que es gestionar esta ciudad y cumplir con el ajuste-recorte presupuestario. ¿Por qué se prefiere defender a un lobo que se come las tajadas y nos deja los tendones? Al lobo no se le perturba en la siesta, no se le afea su egoísmo (“está feo decirle eso al lobo”), se achanta y se espera, quizá a última hora se le caen algunas migajas de la mesa.

No puedo evitar acordarme de ese otro lobo de Esopo que queriéndose comer un cordero le acusó de estar ensuciando con su patas el río en el que quería beber. El cordero contestó que estaba bebiendo con la punta de los labios y añadió que estando él aguas abajo era imposible que agitara las aguas río arriba donde se encontraba el lobo. “Pero el año pasado tú insultaste a mi padre”, le acusó el lobo. El cordero replicó que hace un año aún no había nacido (como muchos cuando se construyó Zorita, 1965). ”Pues aunque te salgan bien tus justificaciones no voy a dejar de comerte”. Esopo concluye lo siguiente: para los que tienen el propósito de hacer daño no vale ningún argumento justo.

¿Hace daño el ATC? El ATC no da empleo, absorbe un presupuesto que podría destinarse a mejorar la ciudad, a crear en ella empleo estable. El ATC no es seguro: ni por su futuro y eterno contenido (fuego radiactivo), ni por sus defectuosos planes de construcción, ni por su futuro precario mantenimiento. El ATC no va a mejorar en nada la calidad de los productos castellano manchegos. EL ATC no va a atraer más turismo, tampoco traerá cultura. Quizá no sea hacer daño su propósito, tal vez solo se trate de algo muy sencillo: le tienen miedo al lobo.

A Cuenca le mordió el lobo y desde entonces no sale de su casa, se ha regostado en la idea de que perdió el tren, de que está en la UVI. Mira de reojo el monitor y comprueba como su pulso es cada día más débil, su sangre emigra, ningún doctor se detiene a leer su analítica, su expediente no ofrece esperanza, ni un diagnóstico favorable ni un posible tratamiento novedoso. Atentos, ahora llega el lobo vestido de doctor, le ofrece con una sonrisa ladeada un cementerio, y Cuenca lo acepta.

Es la atención minuciosa la que se adelanta a los hechos y vislumbra el porvenir, nunca lo es la indolencia desinformada. Cierto que la escasez termina por empequeñecer el cristal por el que miramos el futuro. Sin embargo, el miedo es una forma de mentirse. La Fuga abre un debate que no ha existido. El futuro no está escrito, si se echa a perder, también es culpa nuestra. ¡El lobo! ¡El Lobo!

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